El 22 de septiembre de 1994 comenzaba a emitirse “Friends”, sitcom sobre las andanzas de seis amigos veinteañeros neoyorquinos que, un cuarto de siglo más tarde, no sólo mantiene su vigencia sino que suma en masa a nuevas generaciones de fanáticos.
A 25 años de su estreno en la NBC estadounidense, las desventuras del grupo conformado por Ross, Rachel, Monica, Chandler, Phoebe y Joey recaudan miles de millones por año a través de sus repeticiones televisivas y su inclusión en el catálogo de Netflix.
Para la plataforma la serie es un bien preciado por el que tuvo que pagar 80 millones de dólares para conservarla hasta fin de año, cuando pasará a integrar el nuevo servicio de WarnerMedia, HBO Max, que lanzará el año que viene en EEUU.
Y bien vale la inversión aunque sea por poco tiempo; “Friends” está entre las series más visualizadas de Netflix y sólo en 2018 los suscriptores en todo el mundo reprodujeron una suma de más de 54 millones de horas de sus diez temporadas.
Al desembarcar en el primetime en 1994, el modelo de sitcom era la disruptiva “Seinfeld” y sus seis protagonistas, David Schwimmer (Ross Geller), Courteney Cox (Monica Geller), Jennifer Aniston (Rachel Green), Matt LeBlanc (Joey Tribbiani), Matthew Perry (Chandler Bing) y Lisa Kudrow (Phoebe Buffay), eran poco o nada conocidos.
Sólo Schwimmer, quien había tenido una participación en “Los años maravillosos” y en un puñado de series policiales, y Cox, que había coprotagonizado “Ace Ventura, un detective diferente” junto con Jim Carrey y había aparecido en “Seinfeld” y “Lazos familiares”, eran relativamente famosos.
El argumento era simple pero de fácil identificación, con el relato de distintos pasajes de la vida de un grupo de amigos que lidian con los desafíos de ser veinteañeros, sus desamores, las dificultades para insertarse en un mercado laboral feroz y la falta de dinero.
La serie no hacía referencia a eventos y personajes de su contexto y esquivaba por opción el abordaje de la realidad –por ejemplo, el ataque a las Torres Gemelas en 2001 apenas fue aludido sutilmente-, y eso quizás ayude a explicar que hoy siga siendo un fenómeno.
Es que al crear un universo relativamente aislado de los horrores de su época, sumado a la manera despreocupada en que el grupo enfrentaba sus dramas cotidianos, “Friends” configuró un relato atemporal que permite al espectador un escape optimista de la realidad.
Para “Friends” poco importa la inconsistencia de que seis chicos y chicas de veintitantos puedan vivir en amplios departamentos de Manhattan con exiguos salarios de barista, cocinera o profesor universitario: en una época de la vida en la que los amigos son la familia, lo relevante es el tiempo del encuentro, ya sea en el living de la casa o en el clásico café Central Perk.
Y en esa dinámica entre los miembros de su reparto estriba justamente la que con probabilidad es la llave de su éxito casi inmediato e imperecedero.
Con una administración pareja de los protagonismos, las distintas tramas se apoyaban sobre algunos arquetipos que se hacían más y más efectivos a medida que se repetían, como la rivalidad/amor entre los hermanos Geller, las idas y vueltas románticas entre Ross y Rachel, la acidez de Chandler, las locuras de Phoebe o la tierna estupidez del bello Joey.
Frases de gran penetración en el decir popular como el “How you doin’?” (“¿Cómo va eso?”) de Joey en modo conquistador o “We were on a break!” (“¡Nos habíamos tomado un tiempo!”) de Ross para justificar su engaño a Rachel, dieron cuenta del impacto cultural de la serie.
A poco de llegar al primetime de la NBC, “Friends” ya estaba en boca de todos, su efecto era generalizado y profundo; su inserción en la cultura era tal que hasta el corte de cabello de Jennifer Aniston se puso de moda y se pedía en las peluquerías como “The Rachel”.
La base de fanáticos fue ampliándose año a año: nunca promedió por debajo de los 20 millones de espectadores por episodio, se mantuvo entre los cinco programas más vistos de la TV estadounidense en cada temporada desde la segunda en adelante y coleccionó todo tipo de premios.
Su episodio doble final, el 6 de mayo de 2004, tuvo 52.500.000 televidetes en vivo, sólo en EEUU.
Esa popularidad se tradujo también en el cambio de status de sus protagonistas, quienes ya convertidos en verdaderas estrellas de Hollywood consiguieron negociar un millón de dólares para cada uno por cada episodio de las dos temporadas finales; todo un récord para comienzos de siglo, y muy lejos de sus “escasos” salarios iniciales de 22.500 dólares por capítulo.
A 15 años de su episodio final, otras sitcoms quisieron imitar su fórmula (quizás su mejor discípula haya sido “How I Met Your Mother”), pero “Friends” se sostiene con fuerza.
Aún a pesar de algunas justas críticas que se le hacen tantos años después, como a su ausencia de personajes de raza negra (¡en Nueva York!) o sus chistes homofóbicos o gordofóbicos, “Friends” sigue entre lo más visto de la pantalla chica.
Sus creadores, David Crane y Marta Kauffman, eluden con firmeza la moda de los “revivals” porque, según afirmaron hace poco, creían que “no sería tan bueno” como la versión original, y probablemente estén en lo cierto.