Un hombre de 60 años murió este fin de semana mientras jugaba al fútbol en una cancha del oeste rosarino a donde había llegado «muy angustiado» porque delincuentes asaltaron a su hija en la noche anterior.
El caso generó gran conmoción en los allegados del fallecido, Romelio Siprian, quienes no dudaron en ligar el ataque al corazón que sufrió el hombre con el golpe que le produjo el momento traumático que pasó su hija.
Según relataron los amigos y compañeros de equipo de Siprian, el hombre había llegado el sábado a las 14:00 «muy angustiado» a la cancha ubicada en el predio del colegio San Francisco Solano en la calle San José de Calasanz al 8100.
Siprian y sus compañeros iban a disputar un partido por la Liga de Bancos y Seguros, en la zona oeste de la ciudad de Rosario. El hombre -que se dedicaba a la venta de insumos para panadería por lo que se lo conocía como «el panadero»- alcanzó a comentar antes del encuentro deportivo que estaba «muy angustiado» porque su hija había sido asaltada.
Roberto, uno de los amigos de Siprian, dijo «llegó tarde a jugar, lo que no era común en él, muy angustiado y hablador. Les contó a los que estaban en el banco que la noche anterior le habían entrado a robar a su hija y le habían hecho un desastre. Estaba muy mal».
Debido a que llegó tarde, Siprian tuvo que ir al banco de suplentes y entró a jugar en el segundo tiempo: se encontraba en el campo contrario -dado que era delantero- cuando su cuerpo se desplomó.
«Fue muy fuerte. Pablo, otro compañero, enseguida le hizo RCP y rápidamente se acercó la médica que estaba en la ambulancia que siempre está al lado de la cancha cada vez que jugamos», narró Roberto.
Según confió el compañero de equipo, Siprian habría vuelto en sí unas dos veces, pero se volvía a descompensar; otra ambulancia llegó al lugar para asistir en las tareas de rescate pero nada pudieron hacer para reanimarlo, publicó el diario La Capital de Rosario.
«Era un muchacho muy callado y con un estado físico envidiable. Es más, creo que era el que mejor estado tenía de todos los que jugamos en el equipo», aseguró Roberto, un compañero del plantel de Huracán, en el que ambos jugaban, y que no podía salir de la congoja y el estupor por lo sucedido.