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El cambio de año, el fin de un ciclo provoca emociones, dice la psicóloga Sofía Méndez Urioste


Por Gisela Gentile
Cuantas emociones englobadas en un solo mes, despedidas, regalos, metas no cumplidas, tristezas, alegrías, y un sinfín de proyectos para el año que se inició.
Como tradición familiar, todos los 31 de diciembre escribo en un papel lo que espero para el siguiente año. Deseos de salud, condiciones de trabajo estables, y ese sueño permanente que anida en la justicia social.
Sucede que muchas veces olvidamos aquello que escribimos, por eso es sorprendente ver el papel del año anterior después de escribir el de éste. Allí somos conscientes que muchas cosas han salido como esperábamos, y que otras tantas serán escritas nuevamente.
Todo lo que concluye, los cierres, el “fin” de algo, provoca cierta incertidumbre ligada a lo que se termina y a lo que vendrá. ¿Será mejor el próximo año? ¿Estaré bien? ¿Lograré acercarme a eso que tanto anhelamos llamado felicidad? No lo sé, pero levanto la copa pensando que lo mejor está por venir.
Para analizar desde diferentes enfoques, aquello que nos ocurre con la llegada del fin de año y el advenimiento de uno nuevo, Con la Gente dialogó con la psicóloga Sofía Méndez Urioste: “podemos pensar juntos qué nos representa a los sujetos el “fin”, si lo vemos no es más que un cambio de calendario, pero esta palabra nos moviliza mucho. Primero con lo que implica un final, esta cuestión de lo inmanejable, eso que no conocemos y en consecuencia no podemos controlar, sin dudas eso genera mucha angustia”, expresó la profesional.
“Algunas personas se sienten tristes al realizar balances que suelen hacerse en estas épocas, ponerse una meta para el próximo año que muchas veces es aquella que nos apenó hace un día por no haberla concretado. Son muchas emociones que se juntan y no todos las atraviesan de la misma manera, hay quienes lo toman de un lado más pasional, dándole más importancia a eso que no se pudo conseguir y reciclan las metas no concretadas. Los ritos de los finales ligados a quemar, el fuego para cerrar ciclos también dice presente”, reflexionó.
El plano laboral y económico también cobra un rol importante a fines de diciembre; “muchas veces nos sentimos presionados por dejar todo listo antes de tomarnos vacaciones, pensando en cerrar y concluir cosas que tomaran otros en nuestra ausencia. Las fiestas, los regalos, los gastos, tradiciones de con quién y cómo pasamos las fiestas, los compromisos, etc. Psíquicamente el fin nos empuja a hacer ciertas cosas que nos sobrecargan, por ejemplo, despedidas con amigos, compañeros de trabajo, distintos grupos de amigos y conocidos, determinadas situaciones que en otros meses no hacemos, pero en diciembre tenemos que juntarnos con todos. En vez de hacer todo en ese último mes, porque no nos juntamos a recibir el año en enero o febrero, pienso que no sucede porque está estrechamente entrelazado con el rito del fin y cierre de ciclos”, enfatizó.
Los Mayas decían que el tiempo es arte, mientras que en la actualidad se acostumbra un término más mercantilista, el tiempo es oro. Para concluir Urioste también dejó su concepto al respecto: “Resuena mucho en esta sociedad en la que vivimos el “no tengo tiempo”, pareciera que si sos una persona que lo tiene, no estas “In”, no sos parte de la sociedad. Si vivís de manera tranquila, no haciéndote problema por todo, que se toma su tiempo, te hace no ser parte. El imperativo y a veces contradictoria costumbre de estar siempre enloquecidos, corriendo, pero a su vez hacer feng shui y estar esplendidos”.
Todas estas emociones nos traspasan en estas épocas, lo importante es no sentirse apabullados y oprimidos por el tiempo, por el fin, por lo que se fue. Pensemos en lo que vendrá sin ponernos metas inalcanzables que indudablemente nos traerán angustia, transitemos la vida un poco más despojados de ataduras y pensando en ser un poco más felices cada día.