Mediaba el año 2009 cuando el geólogo, profesor de geología de la Universidad de Buenos Aires e investigador principal del Conicet Andrés Folguera fue invitado por un amigo llamado Néstor Grees para que se acercara a estudiar un fenómeno natural en la zona de Villa Traful, Neuquén, en plena Patagonia argentina. Grees comandaba una agencia de turismo, cuya principal atracción era la visita al denominado «Bosque Sumergido», una zona boscosa que quedó literalmente debajo de las aguas del lago Traful.
Una vez concretado el encuentro, Grees llevó a Folguera hacia la casa de un vecino anciano de Villa Traful, que vivió toda su vida en las orillas del lago.
«Néstor me llevó con un poblador de la zona, un hombre que vivía en el borde de la zona. El señor local me contó las historias de allí, me mostró los sectores en los que jugaba y se detuvo en un punto en particular. Me dijo que en un punto específico del bosque, había un tronco de un árbol en el que él jugó durante años con sus amigos de la infancia. En ese 2009, ese tronco se encontraba un metro sumergido debajo del agua», afirmó el investigador mediante una charla telefónica con Infobae.
Folguera decidió con un ayudante subir hasta las cimas de uno de los cerros del que se desprendía el bosque para estudiar el avance de la sumersión en el lago. Allí, analizó las grietas, los desprendimientos de un bloque masivo de tierra que se habían formado en la orilla del lago.
Al pasar un año, Folguera y parte de su equipo regresaron a la zona. «Volvimos a ese lugar y subimos a esa cima del cerro para ver qué podía estar pasando. Ahí notamos que las cicatrices, las grietas se habían ensanchado a una velocidad muy alta y vimos que lo que se está desplegando es una placa mucho más grande que el bosque. Así notamos el riesgo real de un tsunami de grandes dimensiones», aseguró.
«El Bosque Sumergido es sólo la expresión de algo mucho más grande», completó.
Esas apreciaciones llevaron a Folguera a comandar una investigación de casi una década que condujo a la reciente publicación de un estudio en la prestigiosa revista especializada de ciencia South American Earth Sciences: el informe alertó sobre la posibilidad real de que un inmenso tsunami provoque destrozos e inundaciones masivas en la zona si una o las cuatro placas del lugar se desprendieran y cayeran definitivamente sobre el lago Traful.
«Si definitivamente se desprendieran las placas que sostienen al Bosque Sumergido, las consecuencias podrían ser muy graves. Nosotros analizamos la zona, y en ese punto el lago tiene una profundidad de 300 metros. Eso podría provocar una o varias olas de varias decenas de metros de altura. Ese factor de la profundidad precisamente hace que los tsunamis de lago puedan ser más peligrosos que los de océano», completó.
Actualmente, en la zona de Villa Traful viven alrededor de 600 personas cuyas viviendas, si no se diseña un plan de evacuación previo, quedarían arrasadas por el agua ante la producción del tsunami.
«Pero el problema no sólo comprende a los ciudadanos de esa zona específica. Las aguas del lago Traful desembocan en el río Traful y éste lo hace en el río Limay, que cuenta con varias represas y embalses. En caso de que se incremente de tal manera el caudal de agua, se pueden llegar a destruir esos embalses y eso podría generar inundaciones terribles», advirtió.
El estudio del equipo de Folguera reveló que, en un período de 22 años, algunos de los árboles se hundieron unos ocho metros. «Nosotros evidenciamos ya dos derrumbes de placas. Uno contiene mucha vegetación, por lo que se supone que ocurrió hace muchos años, pero el otro está libre de vegetación, por lo que se cree que ocurrió hace relativamente poco.
El Bosque Sumergido, ubicado dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi, está sostenido en un bloque de 3 kilómetros de ancho y 10 de ancho. Según los cálculos del estudio, se está desplazando hacia el lago unos 36 centímetros anuales.
Además, en la zona se cuenta con la particularidad de que el lago Traful, esculpido por los glaciares hace miles de años, se encuentra precisamente sobre un valle de una fractura de placas. Ese punto es más sensible a potenciales desestabilizaciones a raíz de la debilidad de las propias placas.
Según informó Folguera, la repercusión entre los habitantes del lugar fue dispar: «Hubo respuestas de todo tipo cuando los locales supieron acerca de nuestro estudio. Algunos empezaron a moverse para que se empiecen a buscar políticas de prevención. Pero hay otros que tienen intereses económicos en el lugar y prefieren aferrarse a la posibilidad de que esto sea una simple amenaza y no termine ocurriendo nunca», aseguró el investigador del Conicet.
La incertidumbre se alimenta aún más con el hecho de que es imposible predecir cuándo se producirá el desprendimiento definitivo de la gran placa, lo que originaría el tsunami. Puede ocurrir tanto dentro de un año como dentro de 90, según el especialista.
Así y todo, desde el equipo de investigadores que llevó a cabo el trabajo durante los últimos nueves años, se asegura que mediante políticas de Estado se puede, al menos, minimizar los riesgos de pérdidas de vida para cuando ocurra el fenómeno.
«Obviamente, si ocurre el desprendimiento será imposible evitar el tsunami, pero desde el ámbito público se puede ayudar a estar preparados», afirmó Folgera.
«En un principio, lo que se tendría que hacer es trazar un programa de control periódico sobre el avance del desprendimiento de la placa», dijo.
Hasta el momento, no hay ningún ente estatal que lleve un registro sobre el avance del desprendimiento. Al hacerlo, los especialistas podrán llegar a constatar un cambio y avance abrupto del desprendimiento. Lo que podría indicar que la placa ya está a punto de despegarse definitivamente y se podría actuar en consecuencia.
El segundo factor es el del diseño de un plan de evacuación. «Habría que armar un plan de evacuación serio y concreto para poder trasladar a los residentes de la zona lo más rápido posible hacia un punto de seguridad. También se podría diseñar una estrategia para tratar de minimizar los daños en el lugar», detalló Folguera.