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Por Diego Añaños

Fin de fiesta: las señales del mercado eran claras


 

Por Diego Añaños

Lunes negro, martes negro, miércoles negro… Como siempre, los negros parecen tener la culpa de todo en la Argentina. Y si no son los negros es el peronismo (que parece ser más o menos lo mismo), encarnado en la figura de Alberto Fernández, que con sus declaraciones va sembrando el terror en los mercados. Sin embargo, habría que reflexionar críticamente sobre algunos juicios rápidos del sentido común nacional.

En principio deberíamos preguntarnos: ¿hubo saqueos el lunes posterior a las Paso? ¿Se registraron episodios de violencia urbana (manifestaciones, cortes de calles o rutas)? La respuesta es NO. Lo que vimos fue una corrida cambiaria y un desplome bursátil. Es ahí donde debemos buscar la fuente de la desestabilización en la Argentina, en vez de inventar fantasmas donde no los hay.

Decíamos el martes en un comentario en el programa de Pablo Feldman en Radio Universidad: “Hoy nadie quiere hablar de default, ni siquiera de reestructuración. Algunos hablan de un inevitable canje, otros de reperfilado de la deuda. Salvo los funcionarios del gobierno y, paradójicamente, Alberto Fernández y sus equipos, nadie parece poner el duda el hecho de que los dólares no alcanzan, y la situación de la deuda argentina es crítica”.

Los funcionarios del gobierno, por su parte, insistían con que el programa financiero 2019 estaba cerrado. La luz roja se encendió cuando la licitación de Letes de ésta semana quedó desierta. El vencimiento actual no era demasiado grande, unos U$S 1.600 millones de dólares, pero se estima que hasta fin de año los vencimientos de Letras del Tesoro (Letes, Lecap y Lelink) sumarían más de U$S 21.000 millones, muy por encima de los U$S 15.000 millones que representan hoy las Reservas Internacionales Netas. El FMI había estimado el rollover (renovación) en alrededor de un 50%, dejando a la vista que los márgenes de error que manejan los técnicos de la institución son enormes.

Veníamos sosteniendo que las señales eran muy claras. Los mercados vienen descontando desde hace tiempo que la Argentina, más temprano que tarde, caerá en alguna forma de default. Default técnico, parcial, restringido, selectivo, etc., pueden sonar más elegantes, pero default al fin. El mismo hecho de que el ministro pusiera tanto énfasis en negarlo, lo confirma. ¿A qué nos referíamos con las señales? Bien, algunas de mediano plazo, muestran a una gestión que perdió el crédito internacional desde hace más de un año y medio, por lo que tuvo que recurrir al FMI. Recordemos que el primer acuerdo tuvo que ser “reperfilado” a los dos meses, porque no funcionó.

Desde el año pasado venimos llamando la atención sobre la cotización creciente de los CDs (Credit Default Swaps, o seguros contra default) argentinos, una muestra de que la expectativa de los agentes financieros acerca de la posibilidad de que Argentina cayera en default no sólo era alta, sino creciente. El Riesgo País se encuentra en la zona de los 800 puntos (con oscilaciones) desde hace casi un año, más que triplicando el promedio regional. Cada revisión del Fondo se encontraba con la necesidad de un “waiver” (un perdón, una vista gorda), porque la Argentina no cumplía apropiadamente con los objetivos con que se había comprometido. Tal vez ya pocos los recuerden, pero el acuerdo establecía que si la inflación en 2018 superaba el 28% se encendían las luces de alerta, pero que por encima del 32% el acuerdo directamente se caía. Bien, la inflación fue del 47,6%, y todo siguió como si nada sucediera.

Siendo indulgentes, este es el 3° default técnico de la administración Cambiemos. El primero es cuando requiere la asistencia del Fondo. El segundo es dos meses después, cuando se cae el acuerdo original, y el tercero es el del miércoles, donde se hace un reconocimiento explícito de que Argentina no está en condiciones de pagar sus compromisos. 

En medio de la crisis, el gobierno decidió activar las alertas. El ministro Lacunza anunció cuatro medidas para intentar estabilizar un barco con un grado interesante de escora:

  1. Extender el plazo de vencimiento de los títulos de corto plazo para personas jurídicas,
  2. Envío al Congreso de un proyecto de Ley para la extensión de los plazos de la deuda emitida bajo legislación local,
  3. Iniciar un proceso de negociación para la extensión de los plazos de pago de los bonos emitidos bajo legislación extranjera,
  4. Iniciar las conversaciones con el FMI para un reperfilamiento de la deuda (también extensión de plazos).

Todo hace sospechar que se está avanzando en un proceso de negociación que incluye a los equipos técnicos del Frente de Todos y los técnicos del Fondo para tratar de apaciguar los ánimos.

El FMI anunció que seguirá junto a la Argentina, pero el estrepitoso fracaso no es sólo de Macri, sino también del Fondo. Es de Macri, claramente, porque no ha cumplido con una sola de sus promesas de campaña, y aquello por lo que pidió ser juzgado, la pobreza, es uno de los puntos más flojos de su mandato. Ahora, el desastre en el plano financiero no es menor, ya no sólo el monto de la deuda se ha multiplicado exponencialmente, sino que el gobierno acaba de anunciar una reprogramación de los pasivos emitidos durante su propia gestión. El monto de la reprogramación todavía no está claro: algunos hablan de 50, otros de 60, mientras que el Financial Times e Infobae lo sitúan en U$S 101.000 millones.

Los analistas no podrán alegar sorpresa, el final estaba escrito. El tren venía de frente, con las luces encendidas y tocando pito. Algunos no supieron, algunos no pudieron y otros no quisieron ver, pero las señales estaban ahí, para quien quisiera ver. Se vienen semanas complicadas, pongamos nuestra esperanza en la madurez de la clase política para gestionar la crisis.