Guadalupe Palacios resalta en un aula de bachillerato de México, no solo porque tiene toda la cabellera blanca, ni porque su piel y complexión muestran sus 96 años de edad; ella es la más atenta a todas las materias que tomó sin quejarse en su primer día de clases.
«Me siento a todo dar; hoy es un día maravilloso», exclamó Palacios enfundada con un suéter tejido rosa con perlas de fantasía, una falda negra y unas zapatillas plateadas.
Con una gran ovación, Doña Lupita, como le dicen de cariño, fue recibida el lunes pasado en la Preparatoria Número 2 de Tuxtla Gutiérrez, capital del empobrecido estado de Chiapas.
Con un paso no tan pausado, llegó acompañada de uno de sus hijos.
En su primer día de clases, Lupita tomó sus apuntes de las clases de química, matemáticas, entre otras materias; pasó al frente del salón, como parte de un ejercicio que pidió el maestro a los alumnos, y también participó en la clase de danza regional.
La anciana le dio un vuelco a su vida cuando al cumplir 92 años decidió aprender a leer y a escribir a través de programas de alfabetización, y en cuanto se sintió lista cursó la secundaria en un sistema a distancia.
Doña Lupita dice jocosa: «ya puedo escribirle una carta a mis novios».
Antes de eso, su vida se resume en una infancia que se le fue sembrando maíz y frijol, y los siguientes años comerciando pollos, una actividad que le permitió aprender a realizar cuentas de matemáticas básicas.
Su máximo sueño es ser maestra de preescolar dijo su hijo Enrique Vázquez, uno de sus seis hijos, fruto de dos matrimonios.
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