Se los ve cansados, agotados. Algunos pasan por la Puerta de Santiago con el rostro desencajado por el calor del verano español. Son los peregrinos que llegan a Santiago de Compostela haciendo el conocido Camino de Santiago que recorren durante días, incluso meses en algunos casos; peregrinos que irradian fe, perseverancia, convicción, compromiso y deseos férreos de cumplir el propósito.
Vienen de todas partes de Europa e incluso de otros continentes y entre ellos se advierte una buena cantidad de jóvenes. Con el bastón o el báculo en la mano, unos a otros se dan ánimo: “¡vamos, vamos!”. La fe lo puede todo, y finalmente arriban a la plaza de la Catedral, donde aguardan entrar al santo lugar donde la tradición cristiana sostiene que está sepultado uno de los apóstoles de Jesús: Santiago el Mayor.
Según esta misma tradición, Santiago llegó a Hispania, región de Galicia, anunciando el Evangelio, allí permaneció un tiempo y regresó a Jerusalén, donde fue ejecutado por el rey Herodes en el marco de la persecución a los cristianos. Fue el primer apóstol en ser martirizado. Hay quienes dicen que los restos de Santiago fueron llevados nuevamente a Hispania por una mujer muy rica que él había convertido durante su permanencia en la península ibérica, en tanto otros sostienen que el traslado fue realizado por sus discípulos. Todos concuerdan, no obstante, que fue sepultado en un lugar de Galicia. El tiempo pasó y un eremita, de nombre Pelayo, tuvo una visión corroborada por algunos fieles. El místico en cuestión vio luces extrañas a la que siguió descubriendo en un lugar apartado de un bosque una tumba y un altar. Dio cuenta a las autoridades eclesiásticas, quienes comprobaron que se trataba del “Arca Marmárica”, lugar de enterramiento del apóstol.
A partir de allí comenzó la serie de peregrinaciones en la Edad Media, que no conocerían fin. El año pasado, la cantidad de gente que arribó a Santiago de Compostela peregrinando superó las 320 mil personas. Y todo hace prever que en este 2019 este número se mantendrá o incluso será superado.
Peticiones, agradecimientos, fe, o el simple “yo puedo”, son los grandes motores que empujan a estos caminantes, la mayoría de los cuales, tras seguir durante kilómetros las Conchas de Vieras en las veredas que marcan el camino y lo representan, finalizan con la “Misa del Peregrino”, en la bellísima Catedral que comenzó a construirse en el año 1.075, terminándose en el 1.211.
De estilo gótico y barroco, el templo fue declarado Patrimonio de la Humanidad, junto con el casco histórico de Santiago, en el año 1985.
En Santiago de Compostela se respira espiritualidad, el templo y el aura de los peregrinos emocionan, y no son pocos los que aquí deciden iniciar otro camino: el de una vida nueva y buena.
El camino es un ir hacia el interior del yo; un encuentro con uno mismo y con la verdad, un largo sendero que conduce al sentido de la vida