José es empleado, junto con Marina, en una tienda de calzado. Tanto a ella como a él les gusta viajar. José ha estado vacacionando en Turquía y Marina en Marruecos. Son españoles del sur, es decir de la región de España que está más “castigada” por la situación económica, pero cuando el periodista de Con la Gente les dice que en Argentina hay una inflación anual de un 50 por ciento, abren los ojos y su gesto es de una pregunta: “¿Me estáis tomando el pelo?”. Cuando acaban por entender que lo que se les dice va en serio, ponen rostro de horror.
El salario estimado en el sur de España es de 900 euros y en el norte, de 1.200. Cuando CLG les pregunta cuánto se paga por un alquiler de un departamento, José responde: “Unos 500 euros”, es decir la mitad del sueldo. La realidad parece drástica, pero ¡cuidado! que allí no termina la historia, pues esta concluye en que si una familia tiene dificultades para pagar por la vivienda en la que se ha formado el hogar, el ayuntamiento (municipalidad) ayuda.
El problema para los españoles de clase media que deben alquilar es que los propietarios prefieren disponer de sus viviendas para los turistas, lo que significa mayor rentabilidad para ellos, pero un problema para los ciudadanos, por lo que el Estado interviene, ¿igual que en Argentina verdad?
La parada de CLG esta vez ha sido Sevilla, una ciudad bellísima, limpia, ordenada, con un transporte público en el que destaca el moderno tren urbano que pasa por las paradas cada tres minutos.
José, un empleado de comercio, dice que económicamente está bien, pero se queja solidariamente por los españoles que están de paro (desempleados) en el sur de España, aunque reconoce que los porcentajes de desempleo genuino en la España sureña no son bien reales, pues “hay muchos trabajadores que cumplen funciones por abajo”, dice, lo que en Argentina se conoce como “empleados en negro”.
Por supuesto, como parece ser costumbre en buena parte del mundo, nuestro ocasional interlocutor se queja de la clase política, pero hace un comentario muy atinado: “¿Deberíamos preguntarnos si la responsabilidad es de los políticos o de las sociedades que los toleran?”, sostiene. Y es una pregunta muy válida.
Aún con todos los problemas que tiene Europa y España especialmente, la realidad no es la de Argentina. Una Argentina en donde los precios suben cada día, donde hay pobreza, hambre, desempleo a más no poder, y un estado de cosas en materia económica y de seguridad que resulta ciertamente dramático. ¿Cómo es posible que en un territorio inmensamente rico se produzcan semejantes trastornos que angustian las vidas de millones de personas? ¿Cómo es posible que se tolere a mentirosos de fuste, incapaces de paradigma a la cabeza de los gobiernos?
José dice que el reflejo de una sociedad es el fútbol y manda una volea de derecha que va a parar justo al ángulo de la verdad del arco argentino: “Ustedes aún tienen barras bravas, han tenido que venir a jugar una final dos clubes representativos de vuestro país a Madrid ¡pero hombre, qué barbaridad!”. Y ante semejante realidad no queda más que el silencio y la esperanza de que alguna vez en la rica Argentina la vida sea mejor para todos.