Por Mario Luzuriaga
Nicolás Heredia no es sólo un fotógrafo, sino un activista y un hombre con una sensibilidad extrema, ya que con su ojo, que es su cámara, logró captar imágenes de personas que son invisibilizadas.
Por su trabajo en medio del corazón de nuestras raíces, logró captar imágenes poderosas de las comunidades originarias, que le valieron un reconocimiento al «Patrimonio Cultural Inmaterial de Argentina».
El rosarino presentó «Tejiendo historias», una fotografía del Impenetrable de Chaco, donde hay algunas comunidades nativas. En diálogo con CLG, Heredia contó su trabajo.
—¿Cómo recibiste este reconocimiento tan especial?
—Realmente con mucha sorpresa, por un lado; y por el otro, es como una intensa caricia después de un año de trabajo en territorio, en el cual yo llego a esa toma fotográfica. Hace un año que trabajo para una asociación civil que a su vez es parte de un movimiento llamado «El futuro está en el monte», que me llevó a trabajar por todo lo que se denomina «Chaco-Latinoamericano» y me encuentro cara a cara con todos estos pueblos originarios.
—¿Y qué te encontrás en el campo?
—Yo vivo con ellos, cada vez que viajo vivo dos meses con estos productores y comunidades de aborígenes y logré una comunidad muy grande con ellos. La foto que salió premiada fue realizada en el Impenetrable chaqueño, en una comunidad Wichi que está en paraje Paso del Toba. Lo que está haciendo la señora, de una manera, desfibrando de manera natural una planta que se llama chagua, que después la secan, la tiñen y hacen bolsos llamados «yica», y artesanías.
—Además de esa foto, ¿qué encontramos en tu libro?
—Es el resumen de cuatro meses de trabajo dentro del Impenetrable chaqueño, que es también parte de mi trabajo en la asociación. Justo se eligió esa foto para la tapa del libro que después salió premiada.
—¿Cómo te enteraste de la premiación?
—Mirá fue muy particular porque se estaba haciendo la presentación del libro de «El futuro está en el monte», que se llama «Raíz y cielo», en Atenas y me llegó un mail sorpresa diciendo que fue distinguida. Uno piensa en lo que vivió, con las personas que estuvo todo el tiempo y cuando uno es premiado se vienen a la cabeza esas comunidades y que mi trabajo no es en vano. Siempre pienso que si hago algo por ellos y creo que el premio es para ellos. Yo retrato su vida cotidiana, su día a día y su pelea por seguir adelante.
—¿Es la foto que más te gusta la que fue premiada?
—Digamos que es una foto muy representativa por la comunidad Wichi, porque las manos significan trabajo, acarician, hacen mucho por el humano, para ellos tiene una connotación muy particular. La elegí porque es el comienzo de una actividad que se transmite a través de la oralidad y que lo hace desde que es pequeña y que tiene que ver con que no se pierden las costumbres.