Rosario, urbe hija del esfuerzo de sus propios hijos, nutre la investigación de su pasado en el documento escrito o gráfico, y en las fuentes orales.
Un claro ejemplo del valor de la oralidad para acercarnos a nuestra cotidiana historia reciente lo constituye este niño que en la imagen vemos vestido para participar en el acto escolar de una fiesta patria en 1942. Se llama Edgard Miechi y está en el balcón de la sastrería de su padre, quien fuera inmigrante italiano, ubicada en calle Córdoba 1254.
Edgard crecerá junto con la ciudad a la que pertenece, y por décadas será cobrador de cuotas sociales de referenciales clubes rosarinos. Tarea que lo convierte, a sus flamantes noventa años de edad, en imprescindible fuente de consulta sobre las múltiples redes personales, familiares, comerciales o institucionales de tales espacios de sociabilidad que tuvieron en él, gracias a su lucidez, afabilidad y privilegiada memoria, a un testigo privilegiado de los cambios y persistencias ocurridas a lo largo del tiempo.
