Alejandro vive de hacer reír a la gente y es más conocido como el Payaso Trapito. Desde hace más de 20 años que se dedica a esto y elige salir cada día a las calles para conseguir una sonrisa de los más pequeños, y por qué no, los más grandes también. CLG dialogó con él para conocer más sobre su peculiar historia.
En primer lugar, Trapito contó de dónde viene ese peculiar apodo. «Cuando empecé a trabajar de payaso me di cuenta de que necesitaba un traje, entonces una señora en Paraná me dijo que me lo hacía. Era uno bastante colorido, normal, pero no estaba cocido, estaba hilvanado. Entonces me fui a hacer un cumpleaños y se me descoció todo el traje«, explicó. Y siguió: «Era una fiesta de disfraces, así que los chicos estaban mejor vestidos que yo, me dio mucha vergüenza. Y ahí me puse ‘trapito’ porque parecía un trapo viejo».
Aquel evento desafortunado le dio a Trapito un nombre, que no es fácil de olvidar y que lleva con orgullo por las calles donde trabaja, muchas veces con su hermano, Longaniza. Junto empezaron su recorrido en Paraná, aunque son de Rosario y luego comenzaron a viajar. «Fuimos recorriendo toda la Argentina, parte de Brasil y España haciendo lo que me gusta», señaló.
«Con mi hermano hemos hecho muchas cosas. Arrancamos con obras a beneficio. Mucho trabajo particular, eventos y demás. Y siempre en la calle, porque esa es la mejor vidriera de nosotros», contó con alegría.
Así, en la calle, Trapito tiene cada día un pequeño sondeo de la realidad y de cómo vive la gente. «Nosotros escuchamos todo lo que dice la gente. Y en cuanto a los gobiernos siempre se quejan. Nunca dice que están bien». aseguró.
En ese sentido, manifestó: «Hay que trabajar, no hay excusa. Y la realidad es que la gente te ayuda». Aunque no dudó en decir que «hoy se vive minuto a minuto».
Alejandro disfruta su trabajo y, según contó, se dio cuenta de que éste era su camino desde muy chiquito. «A los 18 empecé a hacer globo y ahí sí no paré más», recordó. En relación a su labor, enfatizó: «A los niños nos cuesta hacerlos reír, son puros. A los padres capaz que sí cuesta. Pero cuando estás con los chicos y te das cuenta el trabajo que tenés, no tiene precio».
Apasionado y feliz de vivir de lo que ama destacó que él es uno de los que cumple esa regla de que los payasos están siempre felices. «Yo soy una persona que siempre está feliz. Tengo tres hijos, soy abuelo. Estoy alimentado. Me gusta mi trabajo. No tengo motivos para no estar feliz», resumió.
Por último, se refirió a sus planes de cara al futuro, porque si bien está muy satisfecho con lo que ha logrado con su oficio, aspira a más. «Queremos enseñar a hacer globos en los distritos. A los animadores infantiles, a las maestras, esperemos que se dé», concluyó.