Juan Carr, fundador y voluntario de Red Solidaria, dialogó con CLG luego de las masivas ayudas solidarias que hubo en todo el país tras el intenso frío
Por Belén Corvalán
“En promedio, el frío mata unas 15 personas en situación de calle. Pero en este invierno en 12 días aparecieron 5 muertes. Fue inesperado. Es un número que no esperábamos”, destaca Juan Carr, fundador y voluntario de Red Solidaria.
Por tal motivo, ante la ola de bajas temperaturas que vivió el país, se llevó adelante la campaña nacional número 36, a la que la ciudadanía respondió de una manera que “conmueve”, remarca Carr. En tan solo horas, la montaña de donaciones de prendas de abrigo, comenzó a crecer imparablemente; tanto que por un día tuvieron que dejar de recibir. “Llegó ropa para 16 mil personas”, añade. Sin contar las frazadas, los pañales y los artículos de limpieza. A la vez que escuelas, universidades y clubes dejaron relucir su espíritu solidario y abrieron sus puertas para albergar a personas sin techo.
Según cifras oficiales se estima que en Ciudad de Buenos Aires hay 1.140 personas en situación de calle, mientras que en Gran Buenos Aires se calculan alrededor de 5.000. “La cantidad de ropa que llegó alcanza para que cada una de esas personas se cambie tres veces de ropa cada semana”, cuenta.
“Hace seis días que no salió ninguna noticia o informe de una persona en situación de calle que haya muerto de frío en ninguna provincia, localidad, o rincón del país, y esto es un logro de toda una comunidad que se puso en movimiento. Veníamos con una muerte cada dos o tres días”, cuenta Carr, de 57 años de edad, a la vez que confiesa que jamás hubiera imaginado la magnitud que cobró el proyecto surgido en una reunión con amigos hace veinte años atrás.
“Pertenecemos a la cuarta parte de la humanidad que dormimos bajo techo, y al 8% de 7 mil millones de personas que tenemos algún peso en el bolsillo. Se trata de un deber moral y ético de querer devolver algo de lo que me dio la sociedad”, añade. Carr reconoce que aunque su espíritu solidario siempre estuvo en su esencia, la formación adquirida en los años de scoutismo y de los pasionistas también lo marcó.
Ya desde la década del ochenta soñaba con estudiar veterinaria para producir alimento para los que menos tienen. Luego ofició de plomero, docente universitario, y actualmente trabaja en una editorial, empleo que le permite también seguir dedicando buena parte de su tiempo al voluntariado.
Hoy Red Solidaria se materializa en un proyecto de pertenencia libre en el que converge la acción social y la conectividad facilitada por las redes sociales. El modelo actualmente se jacta de replicarse en 42 países. Cabe destacar que erróneamente se lo identifica como una ONG, o una organización, pero Carr remarca que “no es una institución”.
“No tiene administración, ni empleados, ni sedes”, detalla, y explica que prefiere que sea nombrado como “un movimiento” o un “hecho cultural”, en el que “ciudadanos comunes y corrientes levantan la mirada y advierten una necesidad” ante problemáticas como la búsqueda de dadores de sangre, o colecta de útiles escolares para una escuela rural.
Ante la pregunta de cuántos voluntarios participan activamente, Carr responde que cada ochenta personas mayores de 14 años, se calcula que una de ellas está conectada a la red. “Es el único rincón del mundo que ocurre esto”, enfatiza.
En ese sentido, cuenta que el diseño se fue gestando en base a la propia comunidad. Así fue que con la llegada masiva de la aplicación Whatsapp, se incorporó el alerta solidario que, por ejemplo, ante la búsqueda de personas, el modelo permite que la imagen de quien está desaparecido en solo 25 minutos sea replicada en 520 ciudades. “De 350 búsquedas, alrededor de 290 fueron con éxito. No hay red donde no estemos”, resalta. Hoy en día, las herramientas tecnológicas digitales permiten que la red funcione con mayor independencia.
“La solidaridad nuestra es evidente, estamos tapados de un aluvión de generosidad que es conmovedor”, dice, aunque explica que el origen negativo de la cultura solidaria que poseen los argentinos, está asociada a las crisis económicas que le tocó atravesar a la sociedad como la del 2001, o las de causas naturales. “Tenemos esta capacidad de dar que nos empuja a seguir haciéndolo”, dice, y remarca que con el tiempo cada vez se volvió “más horizontal”. “Está ligada a compartir en lugar de hacer beneficencia o dar limosnas”, remarca.
Respecto a la polémica generada en torno a las acusaciones que buscan teñir al movimiento de cierto color político, Juan cuenta que eso ocurre “desde siempre”. “No hicimos registro de eso. Mientras opinaban esas cosas nosotros estábamos con cero grado abocados a que no haya otra muerte en el país por el frío”, añade.
Aún así destaca: “No somos apolíticos, tenemos identidad política y religiosa, pero cada uno tiene la suya. No es una ofensa una condición de ideología política”. Y lo resume con una situación. “Una noche en la cancha de River nos acompañaron los jóvenes de la Cámpora, del PRO, del socialismo, y también los radicales. Estaban todos”, remarca.
Según el último informe de la UCA, se registró un 35% de pobreza. Ante la cifra, Carr responde que con que exista una sola persona pobre ya es suficiente, y asegura que prefiere mantener el optimismo, a desmotivarse. “Dentro de cinco o seis generaciones es posible que no haya más pobres en la Argentina”, destaca. No obstante, remarca que la tarea que realizan es complementaria a las acciones que debe trazar el Estado. “Estamos para construir, nuestra misión es transformar la realidad de los más postergados”.
Lejos de naturalizar situaciones de injusticia social, Juan cuenta que con los años la sensibilidad cada vez se le agudiza más, y admite que si eso no ocurriera, “se preocuparía”. “La sensibilidad te puede doler, pero es lo que te lleva a pensar en el otro, sino nos quedaríamos en el camino”, concluye.