Volkswagen echó a rodar este miércoles su último «Beetle», de un reluciente azul metálico, producido en su planta de la ciudad mexicana de Puebla y heredero de lujo del legendario sedán conocido como «Escarabajo», «Fusca», «Coccinelle» o simplemente «Vocho» en mexicano.
Con música de mariachis, vivas y aplausos, el último vehículo producido en la fábrica de Puebla, una de las mayores del consorcio alemán en el mundo, avanzó sobre la línea de ensamblaje para poner punto final a una producción que sumó más de 1,7 millones desde 1997.
Decenas de trabajadores se reunieron desde muy temprano para dar los últimos toques a la flamante unidad, que ensamblaban de principio a fin en siete horas.
«Gracias Beetle», se leía en casacas de un brillante amarillo que vestían los trabajadores, entre quienes se percibía un ambiente festivo pero aderezado de nostalgia por despedir a uno de los autos más icónicos de la firma alemana.
Los últimos 65 modelos del «Beetle Final Edition» serán vendidos en México sólo por internet a un precio de 21.000 dólares para el modelo de base y podrán ser apartados previo pago de unos 1.000 dólares.
Cada vehículo tiene del lado izquierdo una placa conmemorativa seriada del 1 al 65. El auto estará disponible en colores azul metálico, negro, blanco y beige.
El Beetle fue heredero del legendario VW sedán, concebido desde los 1930 en pleno auge del nazismo y que fue producido hasta 2003, saliendo el último modelo también de esta planta ubicada en el centro de México, país donde el «Vocho», como se le conoce popularmente, fue el auténtico auto del pueblo al ser «bueno, bonito y barato», como lo definen sus aficionados.
Pero a diferencia del «Vocho», que fue siempre el auto más económico del mercado mexicano, el «Beetle» es considerado un auto de lujo, su precio duplica el de otros modelos sedán, por lo que popularidad fue mucho menor y son poco visibles en las calles de la caótica Ciudad de México.