Opinión

Por: Diego Añaños

El acuerdo UE-Mercosur


Por: Diego Añaños 

Finalmente, y luego de 20 años de negociaciones se firmó el acuerdo UE-Mercosur. La noticia causó mucha euforia en el oficialismo pero aún no se conoce con precisión la letra final. De hecho el Canciller, Jorge Faurie, dijo el lunes por la noche en el programa de Joaquín Morales Solá, que el acuerdo aún se estaba escribiendo. Lo que se puede saber hasta el día de hoy es que se trata de un Acuerdo de Asociación Estratégica, muy similar a los que la UE ya tiene firmados con más de 60 países, o los que ha firmado el Mercosur con otros 15. Se trata de la constitución de un Área de Libre Comercio, pero no de un nuevo bloque. El acuerdo aún debe ser discutido en su letra final y debatido en cada parlamento local (cada uno de los 28 miembros de la UE, más los 4 del Mercosur).

Las primeras señales no se hicieron esperar: mientras que ningún industrial europeo se mostró disconforme, los industriales del Mercosur ya mostraron su preocupación. Por otro lado, los que miran con desconfianza son los productores agropecuarios de la UE, favorecidos por enormes subsidios estatales y comunitarios. Claro, existe la sospecha que un acuerdo de ésta características, va a favorecer el ingreso de productos industrializados de la UE al Mercosur, y de productos primarios del Mercosur a la UE, por lo que ya algunos sectores se asumen como ganadores y perdedores en el asunto. Sin embargo, y más allá de otras elucubraciones, nunca hay que perder de vista que, en las relaciones internacionales, no hay amigos ni enemigos, sólo hay intereses, y que en ése contexto, son los más fuertes los que ponen las reglas.

El presidente recibió el miércoles por la tarde en Olivos a un grupo de más de 50 empresarios de distintos sectores, para comentarles algunos detalles del acuerdo. Acompañado de gran parte del Gabinete, y luego de la intervención del canciller Faurie, el presidente aseguró que: “no podemos seguir con impuestos distorsivos y cargas municipales ilegales”. No aclaró a qué se refería específicamente, pero entre los empresarios quedó flotando la pregunta de por qué no se avanzó un milímetro en temas tan sensibles en tres años y medio de gestión. Seguramente hubieran preferido que los convoquen para anunciarles que la decisión de reducir los impuestos y tasas ya estaba tomada.

Otra cuestión relevante, es que existe un alto grado de desconfianza en el sector empresario, dado que no participaron del proceso de negociaciones ni fueron consultados, a diferencia de lo que ocurrió con sus pares brasileños. El Canciller Faurie trató de llevar tranquilidad, y aseguró que se creará un fondo específico de la UE destinado a financiar el proceso de reconversión de las pymes locales.

Cualquier ministro de la producción o cargo similar, sabe que las reuniones con empresarios casi siempre desembocan en un pedido de baja de impuestos. Sin embargo, hoy existe un factor determinante en la economía argentina, y son las tasas de interés exorbitantes, que hacen inviable cualquier proyecto de inversión. Buena parte de los planteos de los empresarios se vinculó a la necesidad urgente de bajarlas fuertemente. Otro reclamo se vinculó a la necesidad de resolver el problema de la inflación, que aún se sitúa por encima del 50% interanual, y las proyecciones la ubican en un 40% hacia fin de año. Los empresarios fueron claros, sin una sensible baja de las tasas y el índice general de precios, el acuerdo pierde su potencialidad.

Finalmente, parece interesante, y sólo a modo de referencia, revisar cuáles son los resultados para Méjico luego de 25 años del tratado de libre comercio con EEUU. El PBI per cápita ha crecido a un ritmo decepcionante, de alrededor de un 1% anual: bastante más lento del 3,4% que venía registrando anteriormente, y por debajo del promedio latinoamericano. Los estudios muestran que, si Méjico hubiera seguido creciendo el ritmo anterior al TLC, hoy sería un país de altos ingresos, muy por encima de algunos europeos, como Portugal o Grecia. Los salarios reales sólo han crecido un 4% en todo el período, y el diferencial con sus socios del norte se ha expandido. El salario mínimo es uno de los más bajos de Latinoamérica, estado en algunas industrial puntuales incluso por debajo de los salarios chinos. La estrategia es clara, atraer la inversión norteamericana a la maquila (básicamente ensamblaje y empaquetado) por los costos laborales. Si bien la distribución del ingreso ha mejorado marginalmente, aún estamos muy lejos de poder calificar al caso mejicano como un éxito. Decíamos la semana pasada que en Argentina el 10% más rico se lleva un tercio del ingreso total, en Méjico es el 1% más rico el que se lleva el mismo porcentaje. La pobreza, que en 1994 era levemente inferior al promedio latinoamericano, hoy es más de un 60% más alto que la de la región