Pasó más de 70 años ligado al básquet. Jugador, arbitro, entrenador y dirigente, Alberto Ornati quedó inmortalizado en el estadio del club de Juan Manuel de Rosas al 2500. Conoce quién fue el ídolo de los azules.
Por Gonzalo Santamaría
En la República de la Sexta se encuentra el club Atalaya, uno de los históricos del básquet rosarino. Campeones por primera vez en 1997, bicampeones en 2017 y coronados por cuarta y última vez en 2018, los azules llenan el Alberto Luis Ornati cada vez que la pelota es la protagonista y reviven las enseñanzas que “Tito” desparramó por la institución de 85 años de existencia.
Alberto Ornati pisó por primera vez una cancha de mosaicos a los 8 años y Atalaya fue su primer amor. Hace más de 30 años el estadio lleva su nombre, el cual tiene algo en común con «Tito»: ambos viven básquet.
Jugador, árbitro y entrenador dentro de los 28×15. Con los azules sólo le faltó ganar un torneo de primera división, como juez fue el primero de Santa Fe en llegar a niveles internacionales y como formador dejó el legado en el club que hasta el día de hoy perdura. “Tito hizo todo, no hubo actividad que haya participado y no tenga éxito”, definió a CLG Rubén Costa, quien formó una relación especial con “el maestro” y lo acompañó en todo momento.
Atalaya le abrió las puertas a CLG para charlar sobre el dueño del nombre de su estadio, una eminencia en el club y en el deporte rosarino.
Junto a Rubén se sentó Marcelo Beretta, otro de los allegados a “Tito”. Ellos, además de los distintos álbumes de fotos, serán los relatores de la vida de, como lo llaman, “el maestro” y su relación con “Los Capos de la Sexta”.
«Era un amigo, a pesar de la diferencia de edad”, contó Marcelo a CLG. En 2019, Ornati tendría 92 años mientras que ambos, por poco, superan los 55.
“Maestro” tiene un significado obvio: fue entrenador de divisiones inferiores. No le gustaba dirigir primera y sostenía hasta las últimas condiciones el amateurismo: «Cuando se gastaba mucha plata en el básquet no le gustaba”, recordó Costa.
Fue técnico de Rubén y, con el paso de los años, forjaron más que una amistad que hasta el día de hoy se manifiesta a la hora de escuchar al anfitrión hablar de él: “Nos preparó para la vida”.
Con Marcelo la relación se agudizó cuando “Tito” fue intendente del club: “Había que arreglar algo y si me decía él que venga, yo venía con más ganas”, rememoró Beretta y remarcó la facilidad para diseñar y conocer oficios: “Aprendió a soldar. Cuando abrimos la pileta, el club se ahorró un montón de plata gracias a él”.
Como formador, Rubén lo recuerda como un autodidacta: “Con el tiempo me di cuenta que con juegos nos enseñaba fundamentos del deporte. En su casa, años más tarde, supe encontrar revistas que traía de Estados Unidos, copiaba cosas de otro nivel”, expresó mientras pasaban las fotografías de su época en las inferiores.
Con un poco más de gracia, Marcelo reveló que todas las prácticas “terminaban empatadas” en el último partido de la Copa (con nombre puesto por Ornati) Diario La Capital.
“Tito” se caracterizaba por avizorar el tanto antes que la pelota caiga por el aro y enunciaba con su famoso “caja” el tanto, Costa velozmente marcó otra frase particular que se escuchaba en los tiempos muertos de los partidos: “Se viene la araña”, y con esas simple palabras les alertaba a sus jugadores que el rival se estaba acercando en el tablero.
En ese momento abrió la puerta Sol Nieto, presidenta de la institución de zona sur, que se acercó a la mesa y sin dudarlo empezó a revisar las fotos que Rubén y Marcelo habían traído. “Lo recuerdo en su cuartito allá atrás. Era Tito el que te cuidaba y si estaba él, estaba todo bien”, expuso la dirigente ante CLG. Luego, señaló una de las fotos (imagen) y lanzó: “Así lo tengo yo”, e hizo reír a los dueños del material fotográfico.
Vivió toda una vida por y para Atalaya, le molestaba ver a los chicos dañar el club y fue uno de los pocos que se quedó en la institución luego de la intervención en los años 90, además de sentir básquet fue militar, empleado del Ministerio de Obras Publicas y tenía como marca registrada unos finos bigotes.
«No hablaba mal de nadie si no estaba presente”, añadió Rubén y allí se pegó su compañero: “Era un hombre de carácter fuerte pero siempre con respeto”. En ese mismo instante apareció el nombre del club Sportsmen y la rivalidad. Ornati la vivía distinto a cualquier otro hincha ya que en su casa de 1ro de Mayo y Viamonte una medianera lo separaba del hogar de Alfredo Figna, ídolo del clásico rival de Atalaya, con el cual tenía una buena relación.
Fan de los asados, meticuloso, amante de los gatos y del avance arquitectónico de Rosario, con su clásico “Shut up” mal pronunciado hacía callar a todo el vestuario, que lo respetaba en su totalida. Sin embargo Costa develó: “Nos reíamos mucho con el viejo, el Turco Grimaldi lo hacía renegar bastante”.
Ornati se casó pero se desconocen los motivos por los cuales nunca tuvo hijos. El club lo abrazó y él abrazó al club. “Atalaya no hubiera existido sin “Tito”, afirmó Rubén y también nombró a otros actores fundamentales de la historia del club como el “Negro” García, Pedro Dogliotti, el “Lobo” Ocanto y Claudio Lasala.
El día que Atalaya fue campeón por primera vez del torneo de rosarina en 1997, Ornati estaba sentado en el mismo lugar de siempre: atrás del aro que da a 1ro de Mayo. A su lado, Costa y Beretta. “Estaba muy emocionado, porque nosotros siempre estuvimos más en el descenso que en primera”, explicó Marcelo que fue interrumpido por Rubén con un contundente: “Ese día no iba a venir”.
En la instancia definitoria, en ese 1997, era contra Provincial. En un partido jugado en la sede albirroja, el partido tuvo incidentes entre ambas hinchadas que terminó con destrozos en los autos de la visita y “el maestro” no iba a presenciar el partido en repudio a los actos de vandalismo. “Una hora antes del partido me llamó y me dijo ‘puede ser que sea el último campeonato y verlo campeón no me lo voy a perder’ y vino no más”.
Conjuntamente al básquet tenía como pasión el fútbol. Fanático de Rosario Central, sabía ir a ver partidos de Newell’s al Parque Independencia, y en sus últimos años se había visto deslumbrado por el juego de Javier Saviola.
“Iba a ver todo”, narró Costa y sumó: “Cuando Provincial o Newell’s jugaban liga, íbamos o si Gimnasia tenía un buen equipo, íbamos”. En esos partidos, revivió Costa entre risas, Ornati podía pasar horas hablando con desconocidos, a los que les aseguraba conocerlos. “La mitad de los partidos que vi en mi vida, los vi con ‘el maestro’” reconoció.
El silencio reinó luego y el mismo Rubén, con la miraba baja y mirando una foto, fue el encargado de romperlo: “Lo extraño bastante”.
Hace poco más de 10 años, un 27 de junio de 2009, a la edad de 82 años, Alberto Luis Ornati pasó a la inmortalidad de Atalaya y el básquet de Rosario. “Sabía que estaba mal”, confesó Marcelo a CLG y siguió el relato: “Un día me dice ‘discúlpame, pero estoy cansado y tengo ganas de dormir’, al otro murió”, se lamentó.
“Siempre me decía que quería morir durmiendo y fue así. Cuando yo fui a la mañana se me murió en los brazos, es uno de los momentos más horribles que me tocó vivir”. Ese fue el relato textual y crudo de Rubén Costa, a quien su amigo Marcelo se animó a definirlo como “el hijo que “Tito” nunca tuvo”.
Atalaya y su básquet están pasando por un gran momento, con notaria participación en el torneo Federal y tres campeonatos rosarinos ganados de los últimos cuatro. Sin dudas, con este presente de debe a las bases que formó “el maestro” Alberto Luis “Tito” Ornati, un nombre que no se va a despegar de los azules jamás.