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Por Diego Añaños

La coyuntura y el largo plazo


Por Diego Añaños

La semana que pasó marcó la existencia de dos agendas, una de coyuntura y una de largo plazo. La coyuntural estuvo signada por la publicación de los datos de la inflación de mayo. La de largo plazo, por la definición de la fórmula presidencial de Cambiemos, luego de que se anunciara la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández hace casi ya un mes atrás.

El Indec informó que la inflación del mes de mayo fue del 3,1%. Los funcionarios del gobierno nacional se mostraron satisfechos con el número, e hicieron hincapié en la baja que viene registrando el índice luego del 4,7% del mes de marzo y del 3,4% del mes de abril. Si bien matemáticamente nadie puede negarle el derecho al gobierno a festejar el resultado, valen algunas reflexiones.

La primera es que la inflación anualizada fue del 57,3%, el guarismo más alto desde 1991, previo a la Ley de Convertibilidad. La segunda, es que la inflación anualizada sigue creciendo, más allá de la baja intermensual, dado que en marzo fue de 54,7% y en abril de 55,8%. La tercera es que los salarios se siguen alejando del nivel general de precios, dado que ninguna paritaria siquiera se acerca a su ritmo, lo cual explica en gran medida el deterioro del consumo y el la recesión consecuente.

En ese sentido, y sin ponernos innecesariamente complejos, es fundamental establecer una diferencia entre nivel y ritmo en el crecimiento de los precios. Que el ritmo del nivel de precios se vaya morigerando, no implica que el nivel de precios lo haga. A ver, supongamos que me atan al fondo de una pecera vertical, y comienzan a verter agua desde arriba a un ritmo de 10 cm por hora durante 18 horas. Luego, y para tranquilizarme, me aseguran que ese ritmo baja hasta ubicarse en 1 mm cada 100 años. Claro, mido 1,73 mts, por lo que a las 18, voy a tener la cabeza sumergida. Ya no importa si a partir de ése momento el nivel del agua comienza a crecer de modo extremadamente lento. De hecho ni siquiera importa si deja de crecer, o incluso si comienza a bajar al ritmo de 1 mm cada 100 años. Invariablmente me voy a ahogar. Vale la metáfora, porque más allá del ritmo al que crezcan los precios en la Argentina, millones de compatriotas quedan afuera del circuito del consumo porque el nivel de precios los expulsa.

Finalmente, ya están definidas las dos fórmulas presidenciales que en los hechos disputarán el poder en la Argentina. Claramente representan dos modelos económicos contrapuestos, que proponen resolver de modos muy distintos los dilemas que plantea la gestión económica. Dado que ambas ya han tenido la oportunidad de gobernar, tenemos la ventaja de centrar el análisis, no en supuestos, sino en hechos.

El papel del Estado es el primer punto a considerar. Existen, esquemáticamente dos modelos: uno que deja en manos de los mercados la asignación de los recursos disponibles, y otro que asigna al Estado la tarea de regulador de las actividades económicas. Mientras que el primero privilegia las libertades individuales por sobre el bienestar general, el segundo concibe es libertad como un hecho eminentemente colectivo, y al que sólo se arriba cuando al distribución de los recursos es equitativa. Consecuentemente, las visiones del Estado son diversas: es visto como un generador de obstáculos (impositivos, regulatorios, etc) en el primer modelo, en contraposición con la figura de agente dinamizador y equilibrador de las inequidades que tiene el segundo.

Hoy nadie discute acerca de la irreversibilidad de la integración al mundo. Lo que sí está en discusión son los modos que adopta esa integración. Existe un modo subordinado, en el cual simplemente se acepta la función que el sistema internacional le adjudica al país, y existe un modo estratégico, en el cual se diseña la integración en función de un proyecto que privilegia los intereses nacionales. Luego, y a partir de aquella primera definición, se establecen los caminos para lograr los objetivos.

En ése sentido, podemos mencionar dos ejes de política exterior económica que serán definitorios. El primero se vincula a la antinomia apertura versus proteccionismo, en el que se ponen en disputa dos modelos, uno de apertura irrestricta a las importaciones, y otro de protección y fomento de la industria nacional. El segundo se vincula al esquema de alianzas: mientras que por un lado se privilegia un eje que podríamos denominar Pacífico, que pasa por Chile, Perú, Colombia, hasta llegar a EEUU; por el otro la política se vuelva a un eje que podríamos denominar Continental, que incluye a Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia.

Es sólo una pasada rápida por los ejes fundamentales. Está claro que estamos dejando afuera temas fundamentales, como por ejemplo el posicionamiento frente a la Reforma Previsional y a la Reforma Laboral, pero sin dudas son algunos puntos nodales para habilitar el debate en torno a los modelos que, a nuestro entender, resulta mucho más relevante que la discusión de candidatos o alianzas.