Por Diego Carballido
En Echesortu, en un radio de pocas manzanas, emergen numerosas instalaciones que pertenecen a clubes del barrio, casi como testimonios de una época de esplendor de este tipo de instituciones. En la actualidad, solo algunas tienen plena vigencia. Otras han sufrido los avatares económicos a lo largo de la historia o quedaron sujetos a intereses particulares que fueron desgastando su vida social. Esta última podría ser la historia del El Condor.
Hace cuatro años un grupo de jóvenes de la zona se comprometió con las instalaciones casi abandonadas de Cafferata al 1477. “Prácticamente funcionaba como un salón de fiestas privadas”, recordó Nicolás Ferela, actual presidente, en una charla que CLG pudo tener con gran parte de la nueva comisión directiva.
Corría abril del 2015 cuando comenzaron las primeras averiguaciones sobre la endeble situación de este otrora club social y deportivo. Puertas cerradas con candados y un buffet que abría sólo para un puñado de conocidos, eran parte de un desalentador panorama. «Ya estaba a punto de ir a remate», contó Ferela, algo que de acuerdo con su análisis fue un mecanismo también utilizado en otros clubes de barrio, al ser librados al abandono con la intención de un remate que permitiera la proliferación de edificaciones en el mismo inmueble.
Al año siguiente, por medio de un fallo de la Justicia, la nueva comisión ya pudo tomar posesión del predio y realizó el primer inventario. «Cuando pudimos ingresar estaba todo fuera de mantenimiento. No funcionaba como un club”, agregó Eugenia Codari, una de las vocales de la nueva comisión.
Para entonces fue necesario un nuevo empadronamiento de socios junto con un trabajo minuciosos de difusión, casa por casa, poniendo en aviso lo que estaba sucediendo en El Cóndor. “Fue como abrir el club, sin haberlo abierto”, contó Ferela. Las condiciones edilicias fueron sólo el primero de los escollos que los nuevos socios debieron afrontar. Al poco tiempo de darse a conocer la noticia de la recuperación, tuvieron una masiva inscripción de personas que tenían la intención de participar, pero también de utilizar el espacio como un lugar de militancia partidaria. “Está todo bien con la militancia, de hecho la reivindicamos, pero no queríamos que El Cóndor se convirtiera en el local de un determinado partido, sino en un club donde pudiera ingresar todo el mundo”, explicó Ferela
«Acá no hay banderas de partidos o religiones, todos somos iguales para poder vivir plenamente la democracia dentro del club», completó Codari, al mismo tiempo que aclaró que no significa que dentro de las instalaciones no se discutan los temas de coyuntura.
Lo que se intenta es mantener un espíritu de inclusión, propuesto desde su recuperación, donde las palabras solidaridad, trabajo colectivo, compromiso e integración son fundamentales. «Nos planteamos un proyecto diferente de club. Lo llamamos inclusivo porque las denominaciones, como por ejemplo populares, nos resultaban un poco un eufemismo», aseveró Ferela.
Actualmente, las puertas de El Cóndor están abiertas a todo el público la mayoría de los días del año. Por una cuota de $360 anuales y una única inscripción se pueden practicar actividades que van desde yoga hasta guitarra, defensa personal, fútbol, teatro o leer en su biblioteca. Todo sin pagar costos adicionales. «La mayoría de los clubes han ingresado en la lógica del sistema de servicios, donde el socio puede solamente pagar e irse sin comprometerse con el espacio”, detalló Fabricio Pariani, actual secretario. «Habría que rastrear en la historia por qué los clubes terminaron en esa lógica, siendo un mecanismo que excluye en lugar de incluir», agregó.
«Desde el comienzo, intentamos que todos lo que pasaran por El Cóndor tuvieran un compromiso verdadero. Porque acá no hay empleados, es entre todos que nos encargamos del mantenimiento del lugar”, compartió Codari.
«Hacemos mucho hincapié en la participación democrática de la vida del club», manifestaron. Se intenta que las decisiones que comprometen al futuro cercano de El Cóndor surjan como el resultado de la discusión en las asambleas y no solo de una comisión directiva.
Los resultados de este proyecto afloraron en la adversidad cuando, hace poco tiempo, sufrieron un robo donde les sustrajeron del interior de la sede el poco dinero recaudado, un proyector utilizado en las jornadas de cine debate, una guitarra, un reloj y una camiseta de River firmada por Leonardo Ponzio que atesoraban en una pequeña caja de seguridad. “Al otro día, los socios se pusieron en campaña y empezaron a trabajar en la recuperación de lo dañado. Nos hicieron donaciones anónimas de dinero y uno se ofreció a reparar la puerta que rompieron para ingresar”, expresaron.
«Primero intentamos establecer que la gente se comprometa en base a valores como la solidaridad y el compromiso por el club, y en buena parte de estos tres años lo hemos logrado”, dijo Pariani, aunque reconoció que es un trabajo constante que aún requiere de un esfuerzo de parte de todos.
«Si bien siempre es bueno generar mejoras edilicias, por el momento apuntamos a una mayor participación de los socios. Que se apropien del club, que cada vez haya una mayor solidaridad, mayor altruismo y que las personas se acerquen a trabajar desinteresadamente, generando lazos que permitan comprender el compromiso y la postergación que implica mantener abierto un club», concluyó Ferela, al mismo tiempo que compartió que ya el caso de El Cóndor generó un efecto contagio en otras instituciones vecinas, como por ejemplo el club Juventud Unida que también se encuentra en pleno proceso de recuperación de parte de los socios.