Acompañada por su perra Sami, Ana María Cerrutti recorre a pie las calles de la ciudad desde hace una semana. Desde la plaza Montenegro, en la esquina de San Luis y San Martín, cuenta a Con La Gente que hace pocos días debió dejar el lugar en el que vivía y está durmiendo en la calle. La mujer, de 74 años, no tiene familia cercana y tampoco habita los refugios durante las noches frías de junio.
“El sábado vinieron dos personas que conozco, que me ayudan y me dijeron que teníamos que salir de donde estábamos. Salimos y aún no encontramos otro lugar. Nos arreglamos como podemos. Anoche fuimos al cine El Cairo a ver un audiovisual”, cuenta Ana sobre sus formas de buscar refugio en lugares calentitos durante la mayor cantidad de horas posibles.
La mujer, que se mantiene fuerte a pesar de su edad, afirma que es feo vivir en la calle “pero se sigue luchando”. Entre las mayores complicaciones de no tener un lugar donde vivir, Ana destaca el frío y la falta de un baño. “Debería haber refugios para mujeres. Nuestro mayor problema es el baño. A la noche está todo cerrado, te morís buscando un baño. Es triste”, relató a CLG.
Todo el tiempo en el que Ana conversa con CLG, Sami se mantiene a su lado. La acompaña desde hace ocho años, cuando la perra tenía tan solo dos meses de vida. “Es una ayuda, una compañía. Vos te das cuenta de la importancia que tiene. Me cuida, es muy defensora. Por eso duermo tranquila”, contó.
Del relato de Ana se desprende que hay muchas otras personas que, como ella, buscan refugio en entradas de edificios, en bancos, plazas o espacios abandonados para pasar las horas de oscuridad lo más resguardados de los avatares de la noche que puedan.
Por otra parte, están los refugios, que no dan abasto con la gran cantidad de demanda que tienen. “El otro día me enteré, porque te lo dicen las ONG, que el martes en el Parque España hubo una reunión con los intendentes y con los de la calle para hablar sobre los refugios”, recordó Ana. Y agregó: “El Sol de Noche no es malo, a mí me ofrecieron ir, pero tenés que salir a las 8 de la mañana. No hay edificios grandes por ahí. Tomás un frío. Es lejos. Entonces yo dije que no, que me quedo por acá”.
“Acá, a la noche, saben pasar con comida o si no te vas a la panadería y hacés la cola. Lo que yo me dí cuenta es que está el Sol de Noche, el de las Malvinas, que te levantan a las 9 de la mañana y te dan el desayuno. Aparte, después del almuerzo, te dan comida, a la tarde te dan merienda. Te podés quedar ahí si querés. Pero sólo los hombres. No hay refugios para mujeres”, analizó la mujer.
Además, Ana destacó la solidaridad de los rosarinos, que se organizan para brindar comida y abrigo a las personas en situación de calle. “La gente es solidaria. Este abrigo me lo dio una chica. Me dijo que no tenía dinero, pero me lo dio y no sabés lo útil que es. El que me saqué lo dejé en un lugar, para que pase a ser de otro. Vamos a reciclar”, dijo.
Finalmente, Ana se mostró esperanzada de que su situación actual se modifique. “Llevo una semana en situación de calle, esperamos que sea la única y que se termine. Yo me comunico, charlo. Pero ¿el baño, lavarte y eso? Después no podés entrar en cualquier lugar si estás sucia. Es triste para las mujeres”, indicó. Y concluyó: “Yo tengo que pensar en el hoy, pero a veces sueño con el mañana. Creo que hay que seguir adelante, no bajar los brazos. Yo sueño cosas buenas. Lo que pasa es que ya sabemos cómo es la situación en que estamos todos metidos. Esperemos que mejore”.
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