«Puras ‘fake news». Así define la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff la serie de Netflix ‘O Mecanismo’, que tras pocos días de su estreno está sacudiendo Brasil por el retrato que hace de los entresijos de la Operación Lava Jato y la trama de corrupción que viene destapando desde 2014.
La serie, que en España se llama ‘Túnel de corrupción’, no ha gustado ni a la ex mandataria ni a su predecesor Luiz Inácio Lula da Silva, por considerar que manipula al espectador para destruir aún más su imagen, algo muy delicado debido a las próximas elecciones de octubre.
La esperada serie de José Padilha, creador de ‘Narcos’ y de las películas ‘Tropa de Élite’ 1 y 2, es, según Rousseff toda una injerencia en la soberanía nacional: «Hago un llamamiento de alerta para otros países, porque Netflix no puede hacer campaña política, y si lo está haciendo en Brasil lo hará en tu país, se lo diré a todo el mundo. Se lo diré a los líderes políticos con los que me encuentre, están haciendo campaña de forma indebida«, aseguró la ex mandataria este lunes en encuentro con prensa internacional en Río de Janeiro.
Los primeros ocho capítulos de la serie relatan, en clave de thriller político, el origen de la trama corrupta construida alrededor de la petrolera Petrobras, que afectó gravemente a la formación de ambos líderes, el Partido de los Trabajadores (PT) y a prácticamente todo el arco parlamentario de Brasil.
Rousseff critica que los guionistas hayan tenido la «osadía» de tomarse licencias para dañar la ya maltrecha imagen de Lula y la suya propia. En una escena, el personaje del ex presidente habla sobre la necesidad de llegar a un gran «acuerdo nacional» en la sombra para «frenar la sangría» (en referencia al goteo de detenciones de políticos). Ocurre que, en realidad, la frase la pronunció el senador Romero Jucá, mano derecha del ahora presidente Michel Temer.
Jucá fue uno de los articuladores del polémico ‘impeachment’ contra Rousseff en 2016 que dio lugar al actual Gobierno conservador de Temer y la frase formaba parte de una conversación privada con uno de los cabecillas de la trama corrupta. Cuando salió a la luz dejó a todo Brasil atónito, al interpretarse como el reconocimiento de que la ex presidenta había sido derrocada por una maniobra política, pues también decía que «con Dilma no se puede (frenar la sangría)».
«No es posible decir que Jesucristo se reunió con Churchill, no se puede decir que Stalin hizo un pacto con el Papa Francisco, no se puede», exclamaba contrariada la ex presidenta por la confusión generada en la serie.
Rousseff también remarca otros ‘errores’ malintencionados de la producción de Netflix, como atribuirle una amistad con el directivo de Petrobras Paulo Roberto Costa, uno de los primeros en ser detenidos por corrupción, o situar el origen del caso de corrupción Banestado en 2003 (justo cuando Lula inauguraba su primer Gobierno), cuando en realidad empezó en 1996, durante el mandato del conservador Fernando Henrique Cardoso.
El futuro de Lula, ¿en la cárcel o en la presidencia?
Para la ex mandataria todo forma parte de las estrategias de las élites y los grandes medios de comunicación para desgastar la imagen del PT y de Lula, que recientemente fue condenado a 12 años y un mes de cárcel por presuntos delitos de corrupción. Ahora lucha en la Justicia para poder presentarse a las elecciones de octubre, para las que parte como favorito en todas las encuestas, aunque su futuro sigue siendo una incógnita.
Precisamente este mismo lunes las ambiciones de Lula sufrieron otro revés: el tribunal que le condenó rechazo por unanimidad un recurso de sus abogados; ahora será el Tribunal Supremo Federal el que el próximo 4 de abril decidirá si ya puede ingresar en prisión o si hay margen para que siga recurriendo en libertad.
«Hay un intento deliberado de impedir que el expresidente sea candidato, hay una estrategia clara de nuestros adversarios golpistas de intentar hacer inviable su candidatura», decía Rousseff, que remarcaba una y otra vez que su partido no cuenta con un plan B en caso de que la Justicia le impida presentarse a las elecciones porque confían plenamente en su inocencia.
Mientras se define su futuro Lula viaja estos días por los estados del sur de Brasil recabando apoyos en una caravana muy accidentada. En todas las ciudades ha sufrido bloqueos en carreteras, su autobús fue apedreado y unos 200 milicianos, según Rousseff, agredieron a decenas de estudiantes que le esperaban en la Universidad de Santa María, en el estado de Río Grande do Sul. En otro acto también hubo cuatro mujeres heridas.
«Hay un proceso de expansión del odio muy grande, consiguieron un nivel de intolerancia que está siendo acompañado con la difusión de grupos de extrema derecha», lamentaba Rousseff, para quien el ‘golpe’ que sufrió hace dos años abrió la caja de Pandora de la que ahora empiezan a salir monstruos.
Aludía de forma velada al segundo posicionado en las intenciones del electorado brasileño, el líder ultraderechista Jair Bolsonaro, un militar de la reserva abiertamente racista, misógino y homófobo, nostálgico de la dictadura militar y defensor habitual del porte de armas y la tortura como método disuasivo.
La campaña electoral de 2014, en que Rousseff venció por la mínima, ya fue muy crispada, pero la ex presidenta teme que a medida que se acerque octubre la extrema polarización que vive Brasil tenga consecuencias aún más desagradables: «Vengo a denunciar lo que puede pasar en la campaña electoral: un baño de violencia sobre nosotros».