El juicio de doce hombres acusados del secuestro y de la violación en grupo de una adolescente marroquí en agosto, un caso que conmocionó a Marruecos, comenzó este martes en un tribunal de Beni Mellal (centro).
En un video publicado en agosto que se hizo viral, Khadija, una adolescente proveniente de una familia pobre que tenía 17 años cuando ocurrieron los hechos, contó que había sido secuestrada, recluida, violada y martirizada durante dos meses por un grupo de hombres de su aldea, Oulad Ayad, cerca de Bein Mellal.
Su testimonio, en el que muestra las huellas de quemaduras de cigarrillos y tatuajes que, según ella, sus agresores grabaron en su cuerpo durante su cautiverio, generó indignación en el reino y suscitó una fuerte movilización contra «la cultura de la violación y de la impunidad». Los doce acusados, de entre 19 y 29 años, comparecen el martes ante la sala de lo penal del tribunal de apelación de Beni Mellal, que les juzgará en primera instancia por cargos de «trata de seres humanos», «violación», «formación de una banda organizada» o «secuestro y confinamiento».
La «trata de seres humanos» se castiga con una pena máxima de 30 años. Otro acusado será juzgado de forma separada a puerta cerrada el 11 de junio, ya que era «menor en el momento de los hechos», indicó a la AFP Ibrahim Hachane, abogado de Khadija.
«Los acusados reconocieron los hechos de los que se les acusa durante el interrogatorio policial, pero la mayoría lo negó delante del juez de instrucción», según el letrado. «Todavía estoy traumatizada, lo que me ocurrió no es fácil de soportar», confesó a la AFP la joven al día siguiente de los hechos.
«Espero con impaciencia el inicio de los tratamientos para quitarme los tatuajes. No puedo ni mirar mis manos, pues me acuerdo cada día de lo que me sucedió», dijo. El juez requirió ver los tatuajes durante el juicio, según su abogado. «Su estado psicológico todavía es frágil», confesó a la AFP su padre Mohamed.
La elección de Khadija de romper el silencio exponiéndose públicamente es algo muy poco habitual en una sociedad conservadora, que empuja a las víctimas de violación a no denunciar por miedo a su reputación y la de sus familias.
Más del 90% de los marroquíes que ha sufrido alguna forma de violencia no denunció a los agresores, según una reciente investigación oficial.