Por Camille BAS-WOHLERT.
Durante mucho tiempo Finlandia fue estigmatizada por sus suicidios, la introversión de sus habitantes o el crudo invierno, pero ahora un estudio señala al país escandinavo como el más feliz del mundo.
El Informe mundial de felicidad 2018 publicado por la ONU coloca a Finlandia delante de Islandia, Suiza, Holanda, Canadá, Nueva Zelandia Suecia o Australia.
«Cuando oímos eso, pensamos que se trataba de un error», afirma divertida Ulla-Maija Rouhiainen, jubilada de 64 años que vive en Helsinki.
Esta medalla de oro de la felicidad que contradice los prejuicios, la merece Finlandia antes que todo por los criterios utilizados por la ONU, en los que los que no se destacan mucho las emociones positivas como la risa o la alegría.
La felicidad a la finlandesa no se lee en los rostros, sino que se mide en términos de cobertura de las necesidades elementales.
«La satisfacción en la vida depende en gran parte de factores como la calidad de las instituciones de un país, la igualdad en la distribución de las riquezas (…), la confianza mutua, la ausencia de corrupción», indica el filósofo Frank Martela.
Entre los rubros en que Finlandia se destaca figuran la pequeña diferencia entre los niveles salariales, y el ingreso promedio anual que fue de 25.694 euros en 2015.
Finlandia es con Noruega el único país europeo que logró bajar el número de personas sin domicilio fijo entre 2014 y 2016, según un estudio de la Fundación Abbé-Pierre y la Federación Europea de Asociaciones Nacionales (FEANTSA) publicado esta semana.
– Calidad de vida -.
Los finlandeses tienen mejor vida cotidiana que otros, pues su sistema de salud es exitoso, los horarios de trabajo son flexibles y las vacaciones parentales facilitan conciliar vida profesional y familiar.
La fuerte presión fiscal, que financia los eficaces servicios del país, es aceptada de manera consensual por la población, así como la política de austeridad del gobierno de centro derecha que acompaña la recuperación económica de este país miembro de la zona euro, tras años de estancamiento.
Los finlandeses plebiscitan su Estado providencia. El 81% de la población tiene confianza en su escuela frente a 67% en el conjunto de la OCDE.
En materia de justicia, el 75% de los finlandeses confían en ella frente a 55% para el promedio de los países miembros de la organización internacional.
También Finlandia ocupa el primer lugar en materia de felicidad de sus inmigrantes.
Luego de 18 años en el extranjero, las ventajas del modelo social llevaron a Henrika Tonder, empresaria de 39 años, a regresar a su país natal con su marido francés y sus hijos.
«Tenemos un equilibrio de vida entre lo laboral y lo personal, y la gente termina de trabajar entre las 4 y las 5 de la tarde, lo que nos deja tiempo para hacer cosas y estar con la familia», agregó.
– Suicidio, alcohol y antidepresivos -.
También el tiempo libre sirve para ir al sauna, por ejemplo. En un país donde las ceremonias religiosas son poco concurridas, el sauna es como una iglesia. Los 5,5 millones de habitantes lo practican al menos una vez por semana.
«Eso hace de verdad feliz», afirma Teri Kauranen, adepta al sauna de 68 años que puede pasar del sauna a las aguas del mar, donde hay cero grados de temperatura, un poco menos que la exterior.
«Somos buenos para tolerar las malas condiciones (atmosféricas) y sacar satisfacción de situaciones que en apariencia no generan felicidad», dice sonriendo Frank Martela.
Aunque el concepto de resiliencia ha tenido mucho éxito en otras partes del mundo, en Finlandia se le conoce desde siempre con el nombre de «sisu», o sea esa fuerza misteriosa que es mezcla de abnegación, coraje, capacidad para recuperarse y no quejarse.
Si la definición de felicidad de la ONU no tuviera en cuenta los factores socioeconómicos y solo se basara en las emociones positivas, Finlandia «no llegaría a estar entre los diez primeros» países, puntualiza Frank Martela.
Aunque ha tenido una baja espectacular desde fines de los años 1990, la tasa de suicidio en Finlandia sigue siendo elevada (14,1 por 100.000 en 2014), así como el consumo de alcohol y de antidepresivos.