La historia de Cristian Villagra es digna de contar y volver a leerla una y otra vez. El «Kity», que llegó a los 16 años a Rosario Central, sacudió al mundo del fútbol en febrero de 2018 cuando decidió dejar Atlético Tucumán y colgar los botines para ayudar a su hermano, quien padecía leucemia. Tras varios estudios, se descubrió que Cristian era el único posible donante. Y no lo dudó: dejó todo para ayudar a su familia.
Villagra le donó médula ósea a Gonzalo, que tristemente falleció, el 15 de junio de 2018, tras una larga batalla. Para el defensor significó un golpe muy duro, pero encontró en su localidad la contención que necesitaba. Volvió a jugar al fútbol en 9 de Julio de Morteros, a pesar de haber tenido propuestas de ir a grandes clubes, como por ejemplo Racing, tras un llamado del «Chacho» Coudet.
El periodista Hernán Laurino de mundod.lavoz.com.ar entrevistó al Kity en el lugar que lo vio nacer y hoy lo ayuda a salir adelante.
«Cuando yo era chico entrenábamos acá- señala una cancha del impecable predio del club cordobés-. Ahora cambió todo. El club está hermoso», cuenta Villagra mientras camina.
A los 16 años, «Kity» jugó un Torneo Federal B para “el Nueve” (siempre como lateral por derecha) y allí lo vieron desde Rosario Central. Fue el inicio de una carrera que lo hizo conocer el mundo; y lo bueno y malo del fútbol.
Hoy, más maduro, decidió regresar a las raíces para superar la pérdida de su hermano junto con su familia.
«Acá soy uno más, un vecino cualquiera de Morteros. Y más ahora que ya no juego en Primera. Acá soy feliz. Siempre en mi carrera cuando tenía unos días me venía a Morteros. Hasta desde Ucrania (jugó en el Metalist de ese país desde 2010 a 2015) me venía derecho, ja. Nunca me vieron en una playa. Yo me venía un mes a Morteros», cuenta el defensor que debutó en 2006 en Rosario Central y un año después pasó a River.
Volver a su barrio es recordar dónde comenzó todo. Los Villagra eran una familia humilde, con papá remisero y mamá ama de casa, en un hogar donde faltaban cosas pero sobraba tiempo para jugar al fútbol.
De los cuatro hermanos, tres se hicieron futbolistas: Diego (el mayor de larga carrera en el ascenso, actualmente en Defensores de Armstrong) y el más chico Rodrigo, hoy dando sus primeros pasos en Central.
“Sinceramente 9 de Julio es mi casa, yo acá me inicié. Cambió mucho porque ahora se agrandó mucho más el predio, eso quiere decir que se hicieron bien las cosas. Quería volver a jugar acá, retirarme acá… Estoy en eso. Tengo recuerdos muy lindos de mi infancia en el club. Uno cuando es chico sueña, va con la ilusión de jugar, crecer. Primero jugué en el club de mi barrio y a los 9, 10 años ya estaba acá. Vengo de una familia muy futbolera. Yo tengo un hermano más grande (Diego), mi hermano Gonzalo que ya no con nosotros físicamente y Rodrigo, el más chico, que está jugando en la primera de Rosario Central. En el barrio había muchos chicos y siempre estábamos jugando al fútbol. Hoy cuando voy al barrio se han perdido esas cosas, no hay tanto campito. Los tiempos cambiaron, pero en ese momento jugábamos todo el día a la pelota. Yo iba a la escuela y después vivía en la canchita”, recuerda “Kity”.
-Y ese pibe de barrio llegó a jugar en River y la selección argentina…
-Ahora uno se detiene a pensar y sinceramente fue difícil, un chico de acá es muy difícil que sueñe a lo grande. Yo siempre hablo con los más chicos del club y les digo que todo se puede. Jugar en River, en Boca, era muy lejano para mi. Yo me dediqué muy de lleno al fútbol, hasta me pasé de vueltas en ser tan profesional. Y eso también me ayudó a conseguir estos logros. No me reprocho nada tampoco porque me sirvió mucho… Fue duro para mi irme de Morteros, que es una ciudad chica. A mí siempre me costó toda mi carrera despegarme de acá. Siempre que tenía un blanco me venía a Morteros. Esta ciudad me da a mi tranquilidad, paz y en otro lugar no lo encuentro.
-¿Te gusta mirar para atrás y ver lo que lograste, hasta dónde llegaste?
-Por ahí mis amigos me mandan videos de goles, o con quien jugaste. Por ahí lo mirás, pero tampoco trato de quedarme en eso, de que fui jugador de fútbol. Es más, yo en mi casa no tengo ni camisetas colgadas, ni fotos jugando al fútbol. Es todo sobre mi familia. Tampoco me hago de que fui jugador y todo eso… Acá te lo pueden decir, queda mal que te lo diga yo, pero me siento uno más. Es más, los chicos acá me tratan como uno más y eso me deja contento porque es la idea: sumar.
-¿Cómo se fue dando este regreso después de haberte retirado por la situación de tu hermano?
-Yo tenía mi idea de volver a vivir a Morteros. Mariano (Cambursano, el DT) junto con los dirigentes me dijeron si quería venir a entrenar, para que me mueva y pueda despejar la cabeza. Luego se dio la posibilidad de poder volver a jugar. Sinceramente, no estaba 100 por ciento metido, no lo sentía, me costaba. Con el transcurso de los días, de los meses, me fui sintiendo cómodo. Y gracias a ellos es que estoy volviendo a jugar a la pelota. Me costó, porque ya va a hacer casi un año que no jugaba un partido de 90 minutos. Si bien no es el mismo nivel, tenés que correr y jugar al fútbol, que es casi lo mismo. Ahora estoy agarrando ritmo, ya me está gustando más. Me estoy sintiendo más cómodo. Estoy contento por eso.
-Tuviste ofertas para volver al fútbol profesional, y las rechazaste. ¿Por qué?
-Yo en realidad tenía que volver a Atlético Tucumán en su momento. Y justo pasa lo de mi hermano. Después pasaron seis meses y me seguían esperando en Tucumán. Ya después tampoco tenía cabeza y tampoco creo que tengo cabeza ahora para jugar en nivel profesional. Sé lo que te exige y hoy en día no estoy preparado. Así que tomé la decisión de no seguir jugando profesionalmente y quedarme acá en Morteros.
Tras la muerte de su hermano y con el transcurso de los primeros meses, “Kity” recibió varios llamados para volver a jugar. Atlético Tucumán lo esperaba, y también se sumaron propuestas de Tigre, de Rosario Central y también Eduardo Coudet, ex compañero y amigo que quiso llevarlo a Racing de Avellaneda. Villagra agradeció y dijo no. Es que Cristian, de alguna manera, estuvo enojado con el fútbol.
“En un principio sentí culpa porque yo realmente no pasé mucho tiempo con mi hermano por estas cuestiones de jugar profesionalmente, que tenés que viajar o estar en otros lados. Y en un momento llegué a echarle la culpa al fútbol de lo que había pasado con mi hermano, de no haber compartido más tiempo. Así que también fue por eso que uno estaba mal en ese momento”, recuerda.
Su caso tuvo una enorme repercusión. Y la tristeza fue de todo el ambiente del fútbol cuando su hermano falleció. Pero también dejó un gran mensaje: “Realmente en ese momento tuvo una repercusión muy grande. Yo tampoco lo veía por los medios, porque estaba la vida de mi hermano en juego. Lo vi como secundario, era la verdad. Después pasó lo que pasó, que tampoco lo tomo como algo que no me debería haber pasado a mí. Es parte de la vida, sin dudas que uno siente el dolor todavía y le cuesta (se emociona). Pero seguramente Gonzalo estará en un mejor lugar y por eso estoy tranquilo también. Y volví a arrancar mi vida”.
-Imagino que cuesta verlo hoy, pero también vale mucho lo que hiciste para concientizar y difundir sobre la donación.
-En ese momento, uno no toma dimensión de lo que es donar. Porque sinceramente si no tenés algún caso cercano, de algún familiar o conocido, uno no toma dimensión de lo que es. Y eso también fue una enseñanza para mi, para toda mi familia y para el resto de las personas que sabían de este caso y de tantos casos que hay en el mundo. Estuvo bueno por ese lado, para que la gente entienda que donar salva vidas. Espero que el que tenga la posibilidad, lo pueda hacer, que se va a sentir muy bien consigo mismo.
“El Kity” Villagra pide disculpas y se frena al hablar. Los que lo conocen, lo definen como una persona “tímida”, “sensible”. Familiero y fiel a sus amigos.
“Cuesta salir de esa inercia de lo que es el fútbol de primera división. Yo siempre digo que hoy más que nunca me siento una persona normal, que puede andar por la calle. Salís del ruido ese de ser jugador profesional, que te vean en la tele. Me pongo a hablar con el vecino. La vida sigue… Tengo una nena de dos años (Alfonsina). Ella fue una bendición en un momento muy bravo. Es ella la que en el trance más difícil de mi vida me ha sacado adelante”, se sincera.
“Yo me considero una buena persona sobre todo, el que me conoce sabe que lo soy. Con mis defectos. He pecado mucho de ser timido, que la gente piensa que no saludo, o no das notas. Piensan que uno se la cree. Me considero buen hijo, buen hermano, buen esposo, buen padre… Más que eso no puedo pedirle a la vida. El jugador es secundario. Jugar a la pelota me ha hecho feliz y lo sigue haciendo, por eso sigo jugando acá. Pero el jugador queda en segundo plano”, cierra Cristian. A su lado está Mariano Cambursano, ayer su compañero en inferiores y hoy su DT. Y quien movió los hilos para esta vuelta suya a las canchas.
«Acá apostamos a lo humano antes que nada. A intentar ayudarlo en este momento tan duro. Lo futbolístico no se discute, está intacto. El gran valor está en lo que transmite a los chicos. En su ejemplo. Todos los equipos deberían tener un Cristian Villagra», dice Cambursano.
Es así. Todos los equipos necesitan un “Kity” Villagra. Y todas las familias, también.