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El chef alemán que creyendo que su vida se acababa fundó un hogar para chicos discapacitados en Rafaela


Por Emeli Pellegrino

Un diagnóstico equivocado llevó a Hans-Gerd Wiesner, reconocido chef alemán a decidir recorrer el mundo. Conoció la ciudad de Rafaela o la “Perla del Oeste” como se la llama y allí decidió quedarse y hacer una obra de beneficencia creando el hogar “El Ceibo” para chicos con diferentes discapacidades.

 

Fue en el año 1988 cuando su vida dio un giro inesperado, en ese entonces trabajaba en los mejores hoteles y restaurantes de Europa y había viajado como cocinero de una persona muy rica, pero cuando los médicos le informaron que le quedaba poco tiempo de vida, dejó todo y decidió conocer otros países. Tenía 28 años y muchas ilusiones primero fue a Brasil y después estando en el sur de Argentina recibió una invitación para conocer la ciudad de Rafaela, en Santa Fe y desde ahí en más, hace 30 años que ése es su lugar en el mundo.

Nada lo detuvo, ni su enfermedad que no iba a poner fin a su vida, ni la burocracia con la que se topó, ni los problemas económicos. Así fue como encaró el proyecto de fundar un hogar y en el año 1991, junto a su esposa, Sonia Falkenberg, a la que conoció hace 28 años, recibieron al primer chico. En estos momentos, otros 16 viven en el lugar y 10 concurren a hacer actividades a diario. “El Ceibo” fue creciendo y hoy es un referente en la ciudad.

 

Sonia en una entrevista cuenta que se conocieron gracias a que la hija de ella quería estudiar maestra de educación especial y por eso llegaron a ese lugar donde ya funcionaba la colonia. Desde ese momento decidió quedarse allí.

Las personas que viven y las que concurren a realizar diferentes tareas tienen entre 14 y 47 años y son todos hombres. El trabajo que llevan adelante cada día es muy importante para ellos. Por la mañana mantienen las plazas públicas mediante un convenio con la Municipalidad y colaboran con la Asociación Protectora de Animales. Hay dos de los integrantes que colaboran en la cocina pelando papas, preparando la comida para los 25 chicos y ayudando en el mantenimiento del sitio. A la tarde tienen talleres a elección que desarrollan en el Liceo Municipal, hay mosaiquismo, pintura, teatro y música.

Los que son amantes del deporte pueden practicarlo a través de FID que es la Escuela de Formación Integral del Discapacitado, que depende de la Comisión Asesora Municipal del Discapacitado de la cual el matrimonio forma parte. Ahí van a ping pong, natación, atletismo y una variedad de disciplinas según el gusto de cada uno. Ellos se definen como una gran familia y realmente eso es lo que son.

Se sustentan gracias a la venta de comida y las clases de cocina que Wiesner da por las noches. A eso se suman los 1.800 socios que colaboran mensualmente y un aporte de la Comisión Asesora Municipal del Discapacitado, pero el dinero que ingresa es mínimo al lado de los gastos que tienen en el hogar, y sólo cuatro personas pudieron acceder a la pensión por discapacidad. 

Sin embargo, a pesar de todas las vicisitudes que deben atravesar hay algo mucho más importante que los mantiene unidos y es el lazo afectivo. Ese gran amor que Sonia y Gerd brindan cada día y que le es recompensado ya que los chicos los colman de abrazos agradecidos por brindarles ese lugar cálido que los cobija y los hace sentir amados.