La estación espacial china Tiangong-1 penetrará la atmósfera terrestre a principios de abril de este año en un descenso no controlado. Está previsto que la mayoría de sus componentes se consuman en la reentrada, pero algunos escombros pequeños podrían golpear la Tierra, esparcidos por un área de miles de kilómetros cuadrados. Según la Agencia Espacial Europea (ESA), que monitoriza el artefacto desde la Oficina de Basura Espacial en su sede de Darmstadt (Alemania), la probabilidad que tiene una persona de sufrir el impacto de un fragmento es 10 millones de veces menor que su probabilidad anual de impacto por un rayo.
La nave orbita la Tierra en una banda que oscila entre los 42,8 grados norte y 42,8 grados sur de latitud, y tiene mayores posibilidades de penetrar la atmósfera en los extremos de esta franja. Eso significa que es más probable que caiga en el norte de España, el centro de Italia, el norte de China, Oriente Próximo, los estados del norte de EE UU, Nueva Zelanda, Tasmania, o partes de Argentina y Chile. Será imposible afinar el pronóstico hasta escasas horas antes de la reentrada, aseguran fuentes de varias agencias espaciales. En su última predicción, realizada el 15 de marzo, la empresa estadounidense The Aerospace Corporation anuncia la caída para el 4 de abril, con un margen de error de dos semanas. La ESA estimó el 6 de marzo una reentrada entre el 29 de marzo y el 9 de abril.
Tiangong-1, que significa “palacio celestial-1”, opera desde 2011 y es la primera estación espacial china, la tercera construida por un solo país después de Estados Unidos y Rusia. El módulo principal del satélite mide 10,4 metros de largo y cuenta con dos paneles solares de 7×3 metros cada uno. El “laboratorio espacial” es un prototipo y tenía una vida útil proyectada de solo dos años, pero continuó operativo durante dos años más, hasta que en 2016 el gobierno chino admitió que había perdido el control de los propulsores.
Trece agencias espaciales —incluidas la ESA, la NASA y la CNSA de China— contribuyen a la monitorización de la caída de órbita de Tiangong-1 y a la diseminación de información sobre su reentrada como miembros del Comité Internacional de Coordinación de Escombros Espaciales (IADC, por sus siglas en inglés). Los miembros del IADC aprovecharán este evento para llevar a cabo su campaña anual de pruebas para reentradas, en la que cada agencia contribuye sus datos de seguimiento con el fin de calibrar los protocolos de monitorización y mejorar las predicciones de reentradas futuras.
Aunque la nave pesaba 8,5 toneladas en el momento del lanzamiento, esta cifra incluye el combustible, por lo que es probable que su masa actual sea mucho menor. La ESA señala que actualmente sería “comparable con la masa de satélites en desuso que hacen descensos no controlados normalmente un par de veces cada mes”. En enero de este mismo año reentró en la atmósfera un fragmento de 8 toneladas del cohete ruso Zenit, del cual se han hallado fragmentos en Perú.
La última estación espacial en caer a la Tierra fue la rusa MIR, de 120 toneladas
Por ahora, la orientación de Tiangong-1 se mantiene estable, pero todos los días su órbita pierde varios metros de altura. Cuando estaba operativa, la estación volaba entre 300 y 400 kilómetros de altitud; el 16 de marzo se cernía sobre la Tierra a 237,8 kilómetros, según el último comunicado de China Manned Space. A partir de los 100 kilómetros de altitud la densidad de la atmósfera será suficiente para atrapar al artefacto, dice el ingeniero Benjamín Bastida, que trabaja en la Oficina de Basura Espacial de la ESA. Entonces comiezará a calentarse el cuerpo por la fricción. “A 80 kilómetros o así habrá un pico de calor; es posible que se fragmente”, explica. Y sigue: “Si quedan partes que lleguen a 30 kilómetros de altura estas caerán sin velocidad horizontal, con la velocidad terminal de cualquier objeto que cae vertical, como una piedra, que son unos 300 kilómetros por hora. Si crea un cráter será muy pequeño”.
La última estación espacial en caer a la Tierra fue la rusa MIR, de 120 toneladas, cuyos restos impactaron el océano Pacífico en una reentrada controlada en marzo de 2001. Según Bastida, todos los días entra alguna partícula, y dos o tres veces al año entran objetos de una envergadura comparable a la de Tiangong-1. El ingeniero recalca que el riesgo de esta es “como de cualquier otra reentrada” y apunta que nunca ha habido un accidente por la caída de escombros espaciales. El mayor artefacto que ha caído a Tierra en una entrada no controlada fue la estación estadounidense Skylab, de entre 69 y 74 toneladas, que descendió en 1979.
Los fragmentos de Tiangong-1 podrían contener restos del combustible tóxico hidrazina, aunque Bastida razona que “si perdieron el control [de la estación], probablemente no les queda combustible”. Normalmente el combustible está almacenado en tanques de titanio que son muy resistentes a la desintegración de reentrada, pero el ingeniero señala que la hidrazina, si la hubiera, tiende a evaporarse por completo durante el descenso. The Aerospace Company recomienda no tocar los restos de escombro espacial ni inhalar los vapores que pudieran emitir.
FUENTE: EL PAÍS