Que los argentinos tengan cierta gimnasia ante las crisis económicas no quiere decir que sean gratis para la salud . Las crisis también resultan costosas en términos más intangibles, en lo que tiene que ver con los daños a la salud, que pueden ser agudos o arrastrarse en el tiempo, algo que los médicos conocen y tienen estudiado para similares eventos financieros o bélicos.
La más establecida, y en cierto sentido más obvia, es la relación entre malestar económico y daños cardiovasculares. En ese sentido, un estudio muy citado es el de Enrique Gurfinkel (cardiólogo de la Fundación Favaloro, fallecido en 2011), que correlacionó la crisis de 2001 (en sentido amplio, porque se tomaron datos desde abril de 1999 a diciembre de 2002) con el incremento de la mortalidad por episodios cardíacos. «El aumento en las tasas de mortalidad que observamos fue sorprendente y superior a las tasas de mortalidad esperadas de acuerdo con proyecciones anteriores del Ministerio de Salud. Observamos una tendencia constante hacia peores resultados durante la hospitalización, lo que indica una asociación entre la crisis financiera y la morbilidad y mortalidad cardíacas», dice el estudio, publicado en 2005 en Thrombosis Journal. Las muertes fueron hasta tres veces más de las esperadas.
No fue el único trabajo que relacionó la gran crisis de comienzo de siglo con ataques al corazón. María Inés Sosa Liprandi, coordinadora general del comité científico del congreso de la Sociedad Argentina de Cardiología, encontró una asociación entre mortalidad cardiovascular y la crisis económica financiera en todo el país. «Vimos correlación entre las tasas anuales de mortalidad y baja en el PBI, para los años 1997-1998-1999 y la posterior crisis de 2002-2001», dijo. «Es interesante porque la mortalidad cardiovascular viene descendiendo desde 1980, pero esa curva en baja se interrumpe, o incluso asciende, cuando baja el PBI», añadió Sosa Liprandi.
Otra crisis financiera paradigmática fue la de Grecia , también estudiada por sus efectos en la salud (por ejemplo, en un paper publicado en la revista The Lancet en 2016), que marca un aumento de la mortalidad en mayores de 75 años, aumento de los suicidios, a la vez que una disminución de las muertes por accidentes de tránsito. También aumentaron, según ese trabajo de Martin McKee y David Stuckler -de la London School of Hygiene and Tropical Medicine y la Universidad de Oxford, respectivamente- las complicaciones en tratamientos médicos debido a una baja en la inversión en salud, según publicó La Nación.
Estrés, la clave
El corazón no es el único órgano damnificado en un contexto de estrés. «Los infartos son lo que se padecerá primero, pero habrá más enfermedades infecciosas (en especial, tuberculosis), más mortalidad materna e infantil, más enfermedades inmunes, depresión y suicidios, como consecuencia de la crisis. Hoy los epidemiólogos lo denominan muertes por desesperación», dijo Flichtentrei, cardiólogo y jefe de contenidos del portal Intramed.
La palabra clave es estrés, que no sólo está relacionada con el modo de vida moderno, sino que es algo más profundo e involucra la supervivencia de todas las especies, no sólo la humana. «El estado de permanente hipervigilancia y baja satisfacción prolongado ha sido mencionado muchas veces como un caldo de cultivo de patologías de todo tipo y una garantía de reducción de la expectativa de vida», añadió Flichentrei.
«Para afrontar un ambiente hostil con carencia de recursos y sin futuro es necesario desplegar mecanismos fisiológicos que sacrifican unas funciones a expensas de otras: por ejemplo, la inmunidad. Se vive en un estado inflamatorio permanente, con gran excitación, con objetivos a corto plazo y con incertidumbre respecto de los recursos para sobrevivir al día siguiente. No existe un escenario peor para la salud humana», explicó.
¿Y con el más temido de los males qué pasa? ¿Hay alguna relación entre cáncer y crisis? Responde el oncólogo Ernesto Gil Deza, director de investigación y docencia del Instituto Henry Moore: «La respuesta corta es que no, no hay evidencia de una relación directa entre crisis personales, existenciales, económicas y sociales con cáncer, como sí la hay para otras enfermedades». Sin embargo, pese a la falta de pruebas, hay algunos trabajos que podrían sugerir una relación indirecta, pero atada a cómo reacciona cada uno a una situación idéntica. Gil Deza cita un trabajo que se hizo con ratones que, ante el estrés que sufrían otros ratones, se les generaba un nivel de estrés que terminaba en la aparición de tumores, al empeorar sus mecanismos de desintoxicación. Pero insiste en que es algo muy difícil de estudiar, incluso de definir.
Recomendaciones
¿Qué hacer entonces para cuidar el corazón, el primer afectado después del bolsillo? ¿Conviene que pacientes de riesgo o con antecedentes cardiovasculares no miren las noticias o las aterradoras pizarras con números del valor del dólar y del llamado riesgo país? Sosa Liprandi sostiene: «Es muy difícil abstraer a un paciente y decirle que no mire las noticias o que no tenga estrés ante despidos o malas situaciones laborales. Son situaciones sociales inescapables. Sí les podemos decir que sigan con controles y que consulten rápidamente ante el más mínimo síntoma».