Por Diego Torres – Diario El País
Mauricio Pochettino advierte que la mente del futbolista opera en dos dimensiones, la consciente y la inconsciente. Dice que es importante saberlo para trabajar con ellos, porque por más que durante el adiestramiento la metodología sea perfecta, una vez que los chicos se someten al estrés de la competición la parte inconsciente toma los mandos. A la hora de la verdad —que suele coincidir con la hora de la angustia— la naturaleza aflora a la superficie para mostrar a los futbolistas y a las personas tal como son.
A la hora de la verdad, cuando el miércoles el Tottenham eliminó al Manchester City en el curso del partido más trepidante de la historia reciente de la Champions (4-3), el entrenador no corrió hacia su hinchada para darse un baño de multitudes ni puso a prueba los aspersores del Etihad en un solitario despliegue de vanidad, sino que se abalanzó sobre sus ayudantes. Fundido en un abrazo con Miguel D’Agostino, Toni Jiménez y Jesús Pérez, exhibió el carácter de su liderazgo.
Más que un apóstol del estilo, un carismático analista táctico, o un obseso del control del mercado, Pochettino es un sentimental optimista y expansivo. De otro modo sería difícil comprender la profundidad de su obra. Mucho más que un equipo capaz de competir en todos los terrenos, su creación coincide con una poderosa idea de comunidad. El nuevo Tottenham lleva su sello.
“El Tottenham conservaba un estilo de juego estilizado y bonito, pero no siempre efectivo”, cuenta el técnico en el libro Un Mundo Nuevo; “John McDermott [el director de la cantera] me lo resumió con una imagen muy gráfica: el club era percibido como fur coat, no knickers [con abrigo de piel pero sin bragas]. Eternos habitantes del rendimiento por debajo de sus posibilidades”.
Cuando el presidente Daniel Levy examinó el fichaje de Pochettino a comienzos de 2014 advirtió dos cosas que captaron su atención: la energía que transmitía al juego del Southampton y su conexión con los jugadores jóvenes que no dejaba de promocionar. Durante su estancia en el Southampton, el técnico dio tanto vuelo a chicos como Lallana, Luke Shaw, Jay Rodríguez, Rickie Lambert o Calum Chambers, que acabaron todos llamados a la selección inglesa. El hallazgo múltiple no solo fue consecuencia del buen trabajo de los formadores de base en la cantera del Southampton. Por primera vez en años, la Premier reveló un entrenador que confiaba en los futbolistas ingleses más que los propios entrenadores ingleses. Más paradójico resultó que el hombre que rompió el complejo de inferioridad fuera argentino. Prácticamente un recién llegado sin más aclimatación cultural que el leve rastro que dejaron los pioneros británicos en el pueblo de su nacimiento: Murphy, 3.700 almas en el corazón de la Pampa Húmeda.
Levy fichó a Pochettino para gestionar el cruce del desierto. Metido en la construcción de un majestuoso estadio en White Hart Lane, los propietarios del club necesitaban un gestor capaz de asegurar una doble vía de financiación: meter al equipo en puestos de Champions, con los premios económicos que eso significa, y hacerlo desarrollando el talento de la academia para ahorrar en traspasos y salarios de futbolistas consagrados.
El balance de gastos de los seis clubes más ricos de la Premier es toda una evidencia. En las últimas cinco temporadas, el Manchester City invirtió 900 millones de euros en fichar futbolistas; el Chelsea 830; el United 820; el Liverpool 700; el Arsenal 500; y el Tottenham, que el verano pasado no hizo fichajes, 450.
Con el presupuesto más restringido de los seis grandes, el Tottenham de Pochettino nunca estuvo por debajo de sus competidores más fuertes. Fue sucesivamente 5º en la Premier 2014-15; 3º en 2015-16; 2º en 2016-17; 3º en 2017-18; y 3º en el curso actual, a falta de cinco jornadas.
La sinergia entre categorías inferiores y equipo profesional del Southampton se contagió al norte de Londres. A la sombra de Pochettino, el Tottenham convirtió en figuras internacionales a jóvenes como Dele Alli, Dier, Walker, Trippier, Winks y Rose. La primera perla de la cosecha fue Harry Kane, a quien los analistas que tasan jugadores consideran entre los cinco grandes prodigios del fútbol mundial. Que Kane se lesionara en la ida de la eliminatoria con el City contribuye a engrandecer la gesta de un equipo que, bajo la presión de las circunstancias más desfavorables, no perdió ni el orden ni la fe.
Conseguida la clasificación para las semifinales de la Copa de Europa por primera vez desde 1962, a Pochettino le preguntaron si se trataba de la noche más feliz de su carrera. “La alegría más grande que he tenido fue cuando nos salvamos del descenso en Almería con el Espanyol”, dijo.
La respuesta denuncia su sentimentalismo administrativo. El resultado confirma que el Tottenham ya no es más un club de fur coat, no knickers.
Fuente: Diario El País