La Anmat, semanas atrás, aprobó la Spinraza: único medicamento que garantiza una mejor calidad de vida para las personas que sufren AME. La decisión se hizo esperar
Por Belén Corvalán
Tras un ida y vuelta que parecía infinito, hace algunas semanas finalmente la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) aprobó en el Registro de Especialidades Medicinales la Spinraza: único medicamento que garantiza una mejor calidad de vida para los pacientes que tienen atrofia medular espinal (AME), una enfermedad que progresivamente causa debilidad en lo músculos.
“Ha sido una lucha de mucha gente. Hubo también mucha alegría. Nosotros insistimos ante el Ministerio de Salud, que desde hacía tiempo lo venían prometiendo, hasta que hace poco nos llegó por mail la resolución de la Anmat. Teníamos mucha confianza en ellos porque, aunque dependen de Salud, son un ente autárquico que trabaja en forma muy profesional”, dice a CLG Hector Uretti, miembro de la comisión de la Fundación Familias Atrofia Medular Espinal (Fame), respecto a la aprobación de la medicación, de la que destaca que no se trata de una cura definitiva, sino que consiste en un tratamiento que los pacientes deben hacer de por vida para que la enfermedad no siga avanzando.
“Depende de la tipología y la edad del paciente al comenzar, pero el efecto de mejora es notable”, remarca. Durante el primer año son seis dosis, y ya en el segundo año se reducen a la mitad, es decir, una cada cuatro meses.
Héctor es papá de Lisandro, a quien a sus tres años le diagnosticaron esta enfermedad. “Me llevó un año y medio lograr que él pudiera acceder a la medicación y, en el medio, él perdió calidad de vida”, cuenta Héctor, quien espera que a partir de ahora los tiempos se agilicen. “Saber que frena el avance y que voy a poder llevar una vida plena me da mucha tranquilidad”, comenta Lisandro, que estudia Relaciones Internacionales y que la aprobación de la medicina le representó un baño de esperanza para poder seguir haciendo su vida con la mayor normalidad posible.
A partir de la resolución establecida, se espera que el costo y el tiempo para acceder a la Spinraza disminuyan sustancialmente, ya que si bien ya estaba autorizado el ingreso al país, al no estar registrado tenía que ser importado desde Europa. “Ahora el laboratorio lo puede traer por sí mismo, no es necesario importarlo más”, explica Uretti. A su vez, enfatiza: “Nos pone contentos porque reduce las oposiciones de las obras sociales, que argumentaban la experimentalidad. Ahora se van a reducir la judicialización de casos. Ya nadie puede discutir en Argentina que esto es un medicamento aprobado y, de esta forma, se cae un argumento para la no provisión del mismo”. Sin embargo, aún queda pendiente que se establezca el plan de cobertura, un paso no menor en una cadena de papeleo burocrático que parece nunca acabar.
Esto dependerá del resultado de las negociaciones entre la Secretaría de Salud y las obras sociales. “Todavía no tenemos el camino del todo allanado. Anmat lo registra, pero no tiene la potestad de definir los planes de cobertura, eso lo tiene que hacer Salud”, apunta.
Según el registro de pacientes con AME, en el país hay alrededor de 300 personas con esta enfermedad, de la que existen distintos tipos de acuerdo al nivel de gravedad que presentan. Asimismo, la aprobación en Argentina abarca únicamente a los tipos 1, 2 y 3, por lo que genera preocupación en quienes quedaron excluidos. “Dejaron un grupo afuera porque hay menos evidencia científica en esa porción. Eso no tiene sentido, porque el origen de la AME es el mismo para todos los tipos. Es un gen que produce una proteína fallada. Este medicamento trabaja para todas las tipologías por igual”, argumenta Uretti. En Estados Unidos y en Europa está aprobado para todos.
El medicamento se registró en Estados Unidos en la FDA en diciembre de 2016. En tanto, en junio de 2017, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) lo autorizó para ese continente. “En marzo de 2018 ya estaba en condiciones de emitirse en Argentina, lo que salió hace unos días. Veinte pacientes fallecieron en estos dos años, y todo por burocracia o intereses económicos, eso duele mucho”, concluye Héctor.