Por Dr. Osvaldo Teglia (*)
El 5 de abril la Secretaría de Gobierno de Salud lanzó una alerta epidemiológica confirmando un nuevo caso de sarampión e instó a las personas eventualmente expuestas que presenten fiebre y erupción cutánea a realizar consulta médica inmediata. Se trató de un turista ruso que circuló por la Ciudad de Buenos Aires, Puerto Iguazú y Montevideo durante el período de transmisibilidad.
En febrero, se conocieron 2 casos de ciudadanos argentinos: el primero se contagió en un crucero que navegaba por aguas brasileñas y el segundo presentó la enfermedad al regresar de un viaje a Hong Kong con escala en Canadá.
El sarampión es todavía muy común en muchas partes del mundo, a pesar de que haya una vacuna efectiva y segura; además los viajeros infectados hacen circular el virus y lo introducen en países en donde la enfermedad estaba totalmente controlada o en vías de control, como Argentina.
En 2016, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) certificó que América era la primera región del mundo en la que el sarampión había sido eliminado. Lamentablemente, en los años siguientes la OPS informó un cambio estrepitoso, ya que en el transcurso de 2018 hubo miles de casos en toda la región.
Gran parte de los casos que se presentaron últimamente en Argentina son en personas que viajaron al exterior, denominados casos importados.
Por otra parte, están los casos autóctonos que ocurren cuando el paciente se contagia sin haber viajado ni estado en contacto con un viajero, y muchas veces no se puede establecer cuál fue su fuente de contagio.
El año pasado, en la Ciudad de Buenos Aires, hubo un aumento de casos en menores de 1 año que llevó a las autoridades a implementar un refuerzo de la vacuna antisarampionosa (dosis extra no incorporada al calendario) alertando sobre la posibilidad de existencia de casos autóctonos en el país.
Actualmente, se recomienda que niños entre 6 y 11 meses que viajen al exterior reciban una dosis de vacuna triple viral, y para menores de 6 meses se sugiere aplazar o reprogramar viajes, puesto que en ellos la vacuna está contraindicada.
Si bien la situación en Argentina está controlada y es de algún modo «esperable» que se presenten algunos casos -dado el contexto global de circulación del virus-, la presencia de casos autóctonos supone una escalada más del problema y con su existencia y permanencia se evalúa si en un país ha reaparecido la transmisión endémica del virus o no.
El riesgo de instalación de esta problemática dependerá de tres variables: de la circulación del virus a nivel mundial, del desplazamiento de personas y de la insuficiente cobertura de los planes de vacunación.
Para controlar las enfermedades infecciosas de manera efectiva las tasas de vacunación deben ser del 96 al 99%, según la Organización Mundial de la Salud. Así, se alcanza de manera eficaz la inmunidad de rebaño, definida como el nivel de protección que una determinada población necesita ante una infección para controlar la aparición de brotes. En el caso del sarampión, dado su alto grado de contagiosidad, pueden ocurrir brotes en comunidades con tasas de susceptibles (no inmunes) del orden del 10%.
Argentina cuenta con un programa de vacunación altamente efectivo, obligatorio y gratuito, se estima que la cobertura con las 2 dosis de vacuna antisarampionosa ronda en el 90%. Si bien son porcentajes elevados, implican cierto riesgo de diseminación cuando se establecen los casos importados entre los no inmunes. De allí la importancia de intensificar la vigilancia y la vacunación.
Los especialistas debemos comprometernos con estos paradigmas y colaborar con la comunicación del estado entre nuestros pacientes, familiares y notificar de inmediato ante la sospecha de un caso. La población, por su parte, debe comprender que la medida más importante de prevención sigue siendo tener las vacunas al día y consultar al médico inmediatamente ante la presencia de erupciones en la piel y fiebre.
(*) Profesor de la cátedra Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.