Por Juan Manuel Casella (*)
Frente al desafío que implica la elección presidencial, el gobierno y el mayor partido de oposición coinciden en una estrategia que hasta parece sincronizada: profundizar la brecha y convertir a Mauricio Macri y a Cristina Kirchner en los dos polos de un escenario tan cerrado, que obliga al votante a optar por uno de ellos sin alternativa posible ni capacidad real de elección, ya que una cosa es elegir y otra es optar.
Está claro que la profundización de la brecha es una decisión francamente riesgosa. Argentina carga con una historia confrontativa que más de una vez nos colocó al borde del conflicto abierto, y desde hace diez años agrega una crisis económico social profunda que nadie logró resolver, y que aconseja buscar factores de integración en lugar de mas enfrentamientos.
Pero además de esa cuestión central, existen por lo menos tres razones poderosas que obligan a cambiar ese escenario, incorporando alternativas que convierten la opción cerrada en una elección franca y competitiva.
En principio, no es justo obligar a los argentinos a optar entre dos fracasos. Si nos resignamos ante esa situación devaluaríamos la democracia al dejar sin representación electoral a 40% o 50% de los ciudadanos, que no quieren votar ni a Macri ni a Kirchner.
Por otra parte, el triunfo de cualquiera de esos dos candidatos implicaría riesgos que no pueden ser ignorados. Si gana Macri será el ajuste permanente, porque este gobierno perdió la confianza de los inversores privados y, sin inversión, solo queda el ajuste.
Si gana Cristina, los riesgos son dos, aún más graves: en primer lugar, quedaría consagrada definitivamente la impunidad. En segundo lugar, el populismo necesita dinero, y en los años que vienen, no lo tendrá. Sin dinero, se acentuará la posibilidad cierta de una deriva autoritaria al estilo de Venezuela, descripta con claridad en el informe Bachelet.
Además, los problemas que afrontamos son de tal dimensión y profundidad que requieren políticas de largo plazo consensuadas y compartidas -«políticas de estado»- elaboradas a partir de una capacidad de convocatoria que ninguno de los dos candidatos posee ni tiene intención de aplicar. El mantenimiento de la brecha como recurso electoral está en las antípodas de cualquier convocatoria que busque alcanzar coincidencias básicas.
Por otra parte, desde el punto de vista formal, el intento de convertir la elección en una opción cerrada, modifica de hecho el sistema electoral de doble vuelta, que está pensado para que en la primera, el votante tenga absoluta libertad, ya que la opción deberá ejercerla obligatoriamente en la segunda vuelta. El círculo termina de cerrarse cuando el PRO niega las Paso dentro de Cambiemos.
Cada elección, especialmente una elección presidencial, debe pensarse como un momento estelar de la democracia, porque concreta el ideal del pueblo gobernándose a sí mismo. Limitar en la práctica la libertad de elección no solo afecta la legitimidad del sistema, sino que impide utilizar en plenitud los recursos humanos y las ideas que necesitamos para recuperar la calidad de vida que, desde los noventa, venimos dilapidando irresponsablemente.
(*) Dirigente radical. Ex ministro de Trabajo del gobierno de Raúl Alfonsín. Ex diputado nacional. Integra dentro de la UCR un polo progresista alejado de Cambiemos.