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Una herida abierta

Ruanda se prepara para conmemorar el aniversario número 25 del genocidio


Ruanda conmemorará el próximo 7 de abril el aniversario del genocidio de 1994, un trauma aún presente a pesar de todos los avances logrados en un cuarto de siglo por este pequeño país de la región africana de los Grandes Lagos.

Como cada año, el presidente ruandés, Paul Kagame, inaugurará un duelo nacional de 100 días, alumbrando una llama del recuerdo en el memorial de Gisozi, en la capital Kigali, antes de asistir a una ceremonia en el estadio Amahoro.

Cien fueron los días, entre abril y julio de 1994, que le llevó al régimen extremista hutu matar al menos 800.000 personas, según la ONU, sobre todo entre la minoría tutsi, pero también entre los hutus moderados.

El asesinato el 6 de abril de 1994 del presidente ruandés hutu Juvénal Habyarimana fue el desencadenante del genocidio. Al día siguiente, las Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR) y los milicianos hutu Interahamwe, fanatizados tras años de propaganda contra los tutsi, dieron inicio a las masacres.

Los asesinatos se extendieron a todo el país. Todas las capas de la población, animadas por las autoridades y los «medios del odio», se entregaron a la causa. Hombres, mujeres y niños fueron exterminados a machetazos, incluso dentro de las iglesias en las que se habían refugiado.

La masacre terminó cuando la rebelión tutsi del Frente Patriótico Ruandés (FPR) se hizo con Kigali, el 4 de julio, desencadenando en esta ocasión el éxodo de cientos de miles de atemorizados hutus al vecino Zaire (actual República Democrática del Congo).

Veinticinco años después del último genocidio del siglo XX, la tierra ruandesa sigue escupiendo cuerpos. Periodistas de la AFP vieron hace unos días cómo se depositaban en el memorial de Nyamata (sur) las osamentas de al menos 30 personas recién halladas en una fosa común.

«El desafío de la unidad nacional»

Para los más de 12 millones de ruandeses, este periodo anual de conmemoración es sombrío. «Cuanto más nos acercamos a la fecha, más pienso en ello. Regresan los ruidos, las imágenes de los Interahamwe. No puedo dormir», cuenta Damien Munyakayanza, un superviviente del genocidio.

Están previstos grupos de discusiones y veladas. Los supervivientes limpian y vuelven a enterrar huesos de las víctimas. También se limpian los memoriales y todo se tiñe de violeta, color del luto.

El tema de las conmemoraciones es «recuerdo, unidad y renovación» y este año se pone el acento en la juventud, que no vivió el genocidio pero sigue sufriendo las consecuencias.

En cuestión de una generación, Ruanda ha logrado mucho, convirtiéndose en un polo de estabilidad política, transformando un país en ruinas en una economía robusta y hallando una cierta cohesión social.

«Durante los últimos 25 años, la gran preocupación o el gran desafío de Ruanda fue la reconstrucción de la unidad nacional», cuenta a la AFP Jean-Damascène Bizimana, secretario general de la Comisión Nacional de Lucha contra el Genocidio.

«Se trató de hacer que todos los ruandeses comprendieran que compartimos un mismo país, los mismos derechos», añade. «La construcción de un Estado de derecho fue un desafío fundamental y capital».

Obstáculos

En la búsqueda de reconciliación, la justicia desempeñó un papel fundamental. Decenas de responsables del genocidio fueron condenados por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR). Y unos dos millones de ruandeses fueron juzgados por tribunales populares o «gacaca».

Los «gacaca» se basaban en el principio de la confesión. Pero en algunos casos, la ausencia de remordimiento y el hecho de que no se pagaran las debidas reparaciones por los bienes saqueados o destruidos han supuesto un obstáculo para la reconciliación.

Los ruandeses no esconden que su país aún tiene camino por recorrer hasta recuperar totalmente la tranquilidad. Pero para los detractores del poder, el consenso social no es más que una apariencia, que esconde el control total del régimen sobre la población.

«Asegurados por un marco político y administrativo omnipresente, la reeducación y la reconciliación autoritarias de un pueblo dividido y traumatizado por la guerra y el genocidio prevalecen ahora en todos los dominios de actividad», señala el investigador francés André Guichaoua.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, cuya organización fue incapaz de detener las masacres de 1994 a pesar de la presencia sobre el terreno de 2.500 efectivos, no estará presente en las conmemoraciones en Kigali.