La 6ta. edición del Festival Lollapalooza propició una mayor participación de artistas femeninas, pero gran parte de esas presentaciones quedaron en los escenarios Alternativo y Perry’s, en horarios marginales.
De los 14 show presentados entre ambos escenarios principales en el primer día del festival, solo una artista mujer pisó la tarima, Patrice Quinn, dueña de una voz inigualable y corista de Kamasi Washington.
El espacio Alternativo la tuvo a Rosalía, una de las artistas emergentes que pisa con fuerza y que logró construir grandes expectativas durante la previa, y en el Perry’s estuvieron la trapera Dak1llah y la Dj Mikka -que acompaña al rapero Seven Kayne- a dúo con Omar Varela.
El sábado 30, la cantautora uruguaya Alfonsina, Candelaria Tinelli bajo su nombre artístico Lele y el dúo Perotá Chingo, formado por Julieta Ortíz y Dolores Aguirre, fueron parte de los escenarios centrales.
Por el Alternativo se escucharon la cautivadora voz de Juana Molina, la cantautora y pianista cordobesa Candelaria Zamar, la joven cantante y compositora francesa Jain y la multiinstrumentista St. Vincent; fue un escenario liderado casi en su totalidad por artistas mujeres.
Y el espacio Perry’s contó con shows del dúo pop Coral Casino, Catnapp y la influencer, Dj y modelo española Sita Abellán, mientras que el último día subieron en solitario Noamí Preizler, Bad Gyal, Cazzu y Tayhanna a dúo con Mexican Jihad.
En tanto, los escenarios principales vieron pasar a la cantante y guitarrista Barbi Recanati -ex Utopians- y la fenómena Lali y en el Alternativo actuaron el dúo Salvapantallas, Ama Lou, Clairo y Jorja Smith.
De los 30 números del viernes, cuatro tuvieron a artistas mujeres en su formación; el sábado, subieron a la tarima unas 11 de 29; y el domingo fueron 10 entre 30 propuestas, con un total, 25 de 89 (sin contar las 18 formaciones de la grilla del Kidzapalooza).
En perspectiva, el festival mostró una nueva tendencia: las solistas, cantantes, Djs y traperas, con pistas, sonidos electrónicos y ritmos urbanos, anti heroínas como Preizler, frontales como Dak1llah, individualidades con estética yanqui y letras livianas como se deja ver en el video de “Blink”, de Bad Gyal.
De eso se trataron, sobre todo, las propuestas de los dos escenarios más pequeños, con artistas emergentes locales e internacionales, mientras que en los espacios principales, los números que contaron con la presencia de mujeres artistas (seis de 41) tuvieron horarios marginales, anteriores a las 17.
A juzgar por las estadísticas, parece que la imagen de la mujer como música empieza a ser reconocida y aceptada, como lo fue con los varones hace cinco décadas atrás. Pero es sólo un paso en el largo camino de la lucha por la igualdad de género.
Es difícil romper con el imaginario: actúa por remisión y en el magma de las significaciones sociales, y que algunas dimensiones no se pongan en cuestión tiene que ver justamente con ello que está operando detrás, la idea de mujer como femenina y madre, alejada -en uno de sus campos- del mundo de la psicodelia y los sonidos, solo habilitado para el hombre.