El conservador Sebastián Piñera asume este domingo su segundo mandato en Chile, mostrando menos ansiedad que la vez anterior, con la promesa de acelerar la economía y el reto de administrar el legado de reformas de la socialista Michelle Bachelet.
Tal y como hace ocho años, cuando puso fin a varias décadas de hegemonía de gobiernos de izquierda, Piñera recibirá la banda presidencial de parte de Bachelet, quien le lega un paquete de reformas sociales, algunas aprobadas y otras aún en trámite, con las que intentó borrar los cimientos instalados por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Pero si la ceremonia tiene los mismos protagonistas, el Piñera que asume esta vez reconoce que ha cambiado. Lejos de aquel que hace ocho años prometía «una nueva forma de gobernar» y se jactaba de que en sus primeros 20 días de gobierno había hecho más que en las últimas dos décadas, hoy muestra un carácter más templado.
«Siento que ahora tengo más experiencia, madurez, más sentido de la importancia de unir a los chilenos. Más humildad para escuchar, con los ojos y los oídos más atentos», reconoció esta semana el mandatario electo, de 68 años, que asumirá su segundo mandato tras imponerse en diciembre por 54% al oficialista Alejandro Guillier.
«Piñera no es el Piñera del primer gobierno, ha aprendido.
Antes los mensajes eran: llegamos los mejores y sabemos qué hacer y ahora está diciendo que se necesita negociación. La derecha aprendió a gobernar y tiene un plan para quedarse por los próximos ocho años», dice a la AFP la analista de la Universidad de Santiago, Lucía Dammert.
La ceremonia de traspaso de mando se llevará a cabo al mediodía en la sede del Congreso chileno, en el vecino puerto de Valparaíso, unos 120 km al oeste de Santiago. Los presidentes de Argentina, Mauricio Macri; de Honduras, Juan Orlando Hernández; de Ecuador, Lenin Moreno; de Perú, Pedro Pablo Kuczynski; y de Bolivia, Evo Morales, son algunas de las personalidades que asisten a la ceremonia.
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– Economía en alza -.
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Con un crecimiento promedio de casi 2% en los anteriores cuatro años, arrastrado por la caída del precio del cobre -del que Chile es el principal productor mundial-, Piñera prometió acelerar el tranco de la economía, que ya da señales de vigor.
En enero, el Índice Mensual de Actividad Económica creció 3,9%, su mejor registro para ese mes en cinco años.
Los mercados respondieron con optimismo a las propuestas de Piñera de poner incentivos a la inversión, apostar con fuerza a la creación de empleos y reducir gradualmente la tasa impositiva a las empresas.
En campaña el magnate -con una fortuna valorada en 2.700 millones de dólares por la revista Forbes- prometió la creación de más de 600.000 nuevos puestos de trabajo «de calidad» y la implementación de una «red de protección de la clase media», en su anhelo de convertir al país en una nación desarrollada en ocho años.
Además, quiere reformar el actual sistema de pensiones creado en la dictadura de Pinochet, que estableció la capitalización totalmente individual del trabajador.
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– Administrar el legado de Bachelet -.
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Con la promesa de establecer un profundo programa de reformas sociales, Bachelet ganó la reelección hace cuatro años. Pero tras una compleja tramitación e implementación, le hereda a su sucesor varias iniciativas a medio terminar, como la de educación, o la tributaria, que Piñera ha dicho buscará reformular.
«El presidente ha mostrado más moderación en sus declaraciones, lo que hace pensar que el suyo no será un gobierno de gran ruptura sino que de matices», dice el politólogo Marcelo Mella.
Un Congreso en el que ni su gobierno ni la oposición tienen mayoría -tras la irrupción de la izquierda radical como tercera fuerza- no le permitiría a Piñera derribar completamente el legado de la socialista.
«Este gobierno puede hacer poco porque tiene el Congreso trabado», agrega Lucía Dammert.
En educación, aunque inicialmente había dicho que lo revisaría, se comprometió a mantener la gratuidad universitaria para 60% de los estudiantes más pobres, aunque dijo que se pondrá énfasis en la etapa inicial, estableciendo el acceso universal y gratuito para niños de entre 3 y 5 años.
Tampoco revertiría, como lo había anunciado, la ley de aborto en tres causales instaurada por Bachelet para los casos de violación, riesgo de vida para la madre o inviabilidad fetal.
Esa legislación le permitió a Chile salir del minúsculo grupo de países en los que la interrupción del embarazo no estaba permitida en ningún caso, en el corolario del paquete de reformas que lleva a Bachelet a dejar el gobierno «con la sensación del deber cumplido».
Primera mujer presidenta de Chile, en 2006, la socialista le entregará el gobierno a Piñera con una popularidad en torno al 30%, muy lejos de aquel 80% con el que se fue en su primera administración.
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