Luego de sufrir un accidente cerebro vascular (ACV), las dificultades para tragar -lo que se conoce como disfagia- afectan al 50% de los pacientes, de acuerdo con estudios médicos. Si bien la mayoría recupera la función de la deglución tras siete días, entre un 11 a 13% sigue presentando disfagia a los seis meses.
Esto hace que sea pertinente advertir la presencia de problemas deglutorios y nutricionales a tiempo, ya que un buen manejo nutricional en estos casos se asocia con la disminución de complicaciones clínicas, de discapacidad, mortalidad, costos de internación y rehabilitación.
Por el contrario, la disfagia y el déficit nutricional tras un ACV aumentan un 50% el riesgo de neumonía y un 37% el de muerte, por eso es tan importante tomar medidas preventivas a tiempo.
Las primeras 24 horas posteriores a un accidente cerebrovascular son fundamentales para la evolución del paciente.
Una vez estabilizado y habiéndose determinado la gravedad del cuadro, los expertos remarcan que el siguiente paso debe incluir la evaluación del estado nutricional, definir el tipo de alimentación que recibirá en el corto y largo plazo de acuerdo a las potenciales secuelas que haya sufrido, como trastornos deglutorios, dificultades motoras y del habla.
«A nivel internacional, la evaluación deglutoria y la nutricional son un criterio de calidad en la atención. De hecho, recientemente se redactó en nuestro país un Consenso entre profesionales de distintas especialidades (Medicina Física y Rehabilitación, Neurología, Terapia Intensiva, Nutrición, Kinesiología y Fonoaudiología) para establecer las recomendaciones para el manejo de estos cuadros, algo que no existía», afirmó María Cristina Zurru, jefa del Área de Enfermedad Cerebrovascular del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Y agregó: «Los pacientes a los que se les asegura un buen estado nutricional tendrán más chances de realizar una rehabilitación funcional y volver al estado previo al ACV».
Este Consenso es el primero que existe en el país y es una herramienta muy valiosa que permite estandarizar la metodología de evaluación e intervención nutricional y reforzar la importancia de la valoración nutricional de cada paciente que tiene un ACV.
«La desnutrición luego de un ACV depende mucho de la situación previa del paciente. El ACV es más frecuente en población añosa, aumenta tanto su incidencia como su prevalencia por arriba de los 50 años y cada 10 años de vida se duplican esos valores. Además, algunos de estos pacientes presentan otras comorbilidades o circunstancias clínicas que pueden favorecer a que no presenten un estado nutricional adecuado, sea por problemas vasculares previos, enfermedades degenerativas que puedan predisponerlo o porque presenten un compromiso cognitivo que los lleva a una alimentación inadecuada», señaló Zurru.
En el país, existe un solo estudio de prevalencia que reporta una tasa de 868 casos cada 100.000 habitantes y cuando se ajusta por edad a la población mundial es de 473 cada 100.000.
Aquí el ACV constituye la segunda o tercera causa de muerte en función de la región y el grupo etario considerado, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación.
Un estudio había mostrado que el 57% de los pacientes que sufrieron un ACV perdió peso entre la semana 1 y los seis meses post evento y el 22% presentaba niveles de desnutrición a los seis meses. Si un paciente que sufre un ACV no se encuentra bien nutrido, experimentará una disminución progresiva de su masa muscular.