Casi la mitad de los niños menores de cuatro años que viven con sus madres en la cárcel de Ezeiza salen a la calle sólo tres veces al año, el 62 por ciento de los hijos que viven extramuros no visitan a sus mamás y seis de cada 10 mujeres privadas de la libertad tiene alguno de sus chicos sin saber dónde está ella, según un relevamiento realizado en la Unidad 31 de este complejo penitenciario federal.
El estudio, elaborado por la Dirección Nacional de Readaptación Social a partir de entrevistas al 89 por ciento de las presas embarazadas o que comparten con uno o más niños la situación de encierro en la Unidad 31, reveló además que el 48 por ciento de los hijos dejaron de vivir con sus hermanos a partir de la detención materna.
Además, casi 6 de cada 10 niños que viven en este presidio no reciben la visita del padre, el 61% de las madres era sostén de hogar al momento de la detención y el 92% destina los ingresos generados por el trabajo carcelario a la manutención familiar.
«Muchas mujeres están privadas de la libertad por un vínculo de sometimiento a algún hombre y su comisión de delito está atravesada por estas relaciones patriarcales o machistas. Encontramos a la mamá de alguien que tenía comercio de estupefacientes pero usaba el domicilio de ella o a la pareja de un hombre violento que no tenía mucho lugar a decirle ‘no’ a algo», explicó a Télam la titular de la Dirección Nacional de Readaptación Social, Fiorella Canoni.
Por otra lado, muchas mujeres con un alto nivel de vulnerabilidad cometen delitos cuando «quedan entramadas en una red delictiva» que le deja un marido preso como herencia, o cuando está en riesgo la vida de sus hijos, «como la mamá que cruzó con droga desde Bolivia por un hijo con cáncer».
«Esto está lejos de justificarlas, pero sí me parece que es fundamental tener en cuenta con qué herramientas cuenta la mujer en el momento que comete el delito y cuántas posibilidades de negarse tenía», agregó.
Y en una sociedad «donde el cuidado siempre está a cargo de la mujer», su encarcelamiento tiene profundas consecuencias en los hijos, ya sea que permanezcan con ella en prisión o fuera de ella.
«Cuando la mujer no está, la familia se desarma y muchos de estos chicos terminan institucionalizados y puede que esto sea el inicio de una carrera delictual para los chicos. Por eso, pensar en la prisión domiciliaria para las madres no es sólo garantizar un concepto diferente de ciudadanía sino también garantizar sociedades más seguras», sentenció.
Y si bien se trata de un relevamiento realizado en una cárcel del Servicio Penitenciario Federal, sus resultados no distan mucho de los que arroja para el nivel nacional el informe «Contextos de Encierro en América Latina» realizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia y la Universidad de Tres de Febrero.
Según este informe, la mayoría de las mujeres presas lo están por delitos no violentos, el 27% de las que son madres tiene más de tres hijos, el 47% tiene a su pareja detenida en simultáneo, sólo el 24% completó el secundario, el 63% no tiene condena y muy pocas habían tenido alguna experiencia en el mercado laboral formal.
Para paliar las múltiples vulneraciones de derechos que estas situaciones representan tanto para las mujeres privadas de la libertad como para sus hijos inocentes de todo delito y para evitar que esto situación haga fracasar la reinserción social, desde Readaptación Social y Dirección de Asistencia de Personas Bajo Vigilancia Electrónica se viene implementando una serie de acciones que buscan favorecer no sólo el acceso al beneficio de la prisión domiciliaria, sino también el reforzamiento de la red vincular y la inclusión laboral.
«Nuestro dispositivo de inclusión comienza a trabajar seis meses antes de que la persona recupere la libertad y después que esto ocurre, atendiendo diferentes demandas del liberado o su familia, ya sea inserción laboral, habitacional, capacitación y muchas cosas más», explicó Canoni.
Además, junto al Patronato de Liberados promueven que los que recién se reintegran a la sociedad formen sus propias cooperativas de trabajo, como la de la elaboración de productos de panificación para packs navideños o pascuales que funciona desde hace dos años en Tolosa.