Al menos 21 personas murieron en un ataque suicida seguido de casi seis horas de combates contra una empresa constructora en el este de Afganistán, anunció un funcionario de la provincia de Nangarhar.
El ataque contra las instalaciones de la constructora privada afgana MQ, situada en las proximidades del aeropuerto de Jalalabad, capital de la inestable provincia de Nangarhar, había comenzado de madrugada.
La operación insurgente, que aún no ha sido reivindicada, comenzó con la detonación de un vehículo cargado de explosivos, que dio inicio al tiroteo de varios de los atacantes con las fuerzas de seguridad que protegían el recinto, informó en un comunicado el portavoz del gobernador provincial, Attaullah Khogyanai.
Además de los cinco atacantes, también «murieron 16 empleados de la compañía y otros nueve resultaron heridos», explicó el portavoz -citado por la agencia de noticias EFE-, que detalló que entre los heridos «dos de ellos se encuentran en estado grave».
Ningún otro funcionario afgano ha confirmado el balance de este ataque, que no ha sido reivindicado.
Las fuerzas de seguridad rastrean la zona en busca de algún insurgente que pudiera estar oculto o para retirar explosivos que hayan quedado sin detonar, por lo que los detalles finales podrían variar, concluyó Khogyanai.
Fronteriza con Pakistán y clave en las comunicaciones entre los dos países, la insegura provincia de Nangarhar sirve de principal bastión al grupo yihadista Estado Islámico (EI) desde su aparición en Afganistán en 2015.
El gobierno afgano controla alrededor de un 55% del territorio de Afganistán y los talibanes dominan en torno al 11%, mientras que el resto del país está en disputa, según datos del inspector especial general para la Reconstrucción de Afganistán (Sigar), del Congreso de Estados Unidos.
La violencia contra los civiles tampoco cesa.
De acuerdo con un informe reciente de Naciones Unidas, la guerra en Afganistán causó en 2018 la muerte de 3.804 civiles, un aumento del 11% respecto al año anterior y una cifra récord desde 2009, cuando la ONU comenzó a contabilizar las víctimas civiles en el conflicto afgano.