Las acusaciones de antisemitismo envenenan el Partido Laborista, principal fuerza de oposición británica, dejando al descubierto las profundas divisiones entre quienes denuncian la complacencia de su líder, Jeremy Corbyn, y el ala más izquierdista que defiende a su jefe.
Nueve diputados abandonaron la formación en las últimas semanas, algunos declarándose «avergonzados» por el antisemitismo en el partido. Una de ellos, la diputada judía Luciana Berger, que fue blanco de insultos y amenazas de muerte, afirmó incluso que el laborismo se ha vuelto «institucionalmente antisemita».
«Ya no es el partido al que decidí unirme hace 13 años», explicó a la AFP Adam Langleben, que también devolvió su carné.
Este ex diputado de Barnet, circunscripición del norte de Londres donde vive una importante comunidad judía, atribuyó su derrota en las elecciones del pasado mayo al hecho de que «los electores judíos ya no quieren votar por los laboristas».
Estas declaraciones le valieron «un alud de insultos de miembros del partido», de «amenazas de muerte» y de «cartas de odio» enviadas a su domicilio, explica este treintañero de confesión judía.
Presentó una decena de quejas al partido que no dieron ningún resultado, por lo que al final decidió tirar la toalla.
El último Comité Nacional del partido había adoptado a regañadientes la definición completa del antisemitismo de la Alianza Internacional por el Recuerdo del Holocausto (IHRA) temiendo que esto le impidiese toda crítica a la política de Israel.
Corbyn tuvo que pedir disculpas por haber defendido una pintura que representaba a banqueros con nariz ganchuda jugando al monopoly. Echó más leña al asador un vídeo, de 2013, en el que se veía a Corbyn, militante propalestino convencido, acusando a un grupo de «sionistas» de «no tener sentido del humor» pese a llevar viviendo mucho tiempo en Reino Unido.
«Caza de brujas»
En opinión de Peter Mason, secretario nacional del Jewish Labour Movement (Movimiento Laborista Judío), la relación entre el laborismo y esa comunidad está «fundamentalmente roto».
Pero para Jenny Manson, copresidenta del grupo Jewish Voice for Labour (voz judía para el laborismo), las críticas se asemejan a una «caza de brujas» y buscan desestabilizar al partido de Corbyn, cuyo giro a la izquierda tras la era socialdemócrata de Tony Blair disgustó a algunos.
¿Cómo se ha encontrado la formación, cuyo anterior líder Ed Miliband era judío, enzarzado en esta polémica?.
«En la primera mitad del siglo XX, el antisemitismo se asociaba a menudo a la derecha británica, a la reacción de los conservadores a la revolución rusa, al movimiento fascista británico», explica a la AFP David Feldman, director del Instituto Pears para el estudio del Antisemitismo de la Universidad de Londres.
Hoy, «los estudios muestran que las actitudes antisemitas presentes en el seno del laborismo no están más extendidas que en otros partidos», afirma. Sin embargo, «dos cuestiones políticas llevan a los laboristas, en particular en la izquierda del partido, a hablar de los judíos: una es Israel y Palestina y la otra la crítica populista de las élites corruptas», subraya Feldman.
En estas discusiones resurgen teorías del complot y estereotipos asociados a los judíos que luego se amplifican en las redes sociales.
«Es muy difícil para los altos responsables del partido ejercer un control en la era de las redes sociales», afirma Feldman.
«De los más de 500.000 miembros del Partido Laborista, puede que algunos cientos sean antisemitas puros y duros. Si mejoramos nuestros procedimientos, podemos asegurarnos que sean expulsados del partido», lanzó la semana pasada en Twitter Jon Lansmann, fundador del movimiento político Momentum, partidario de Corbyn.
En agosto, Corbyn reconoció que el partido tenía un «problema real» de antisemitismo, pero la respuesta que se le debe dar sigue sin provocar consenso.
Algunos incluso ha renunciado a «arreglar» el laborismo, como Langleben que ahora respalda el Grupo Independiente creado por los diputados dimisionarios.