Info General
Mundo

Unidas por la lucha

Gracias a su amistad hicieron realidad la pastilla anticonceptiva


A comienzos del siglo XX en los Estados Unidos estaba surgiendo una lucha que tendría repercusiones mundiales. Liderada por las mujeres (que ya podían votar en el país de Norteamerica desde 1920) la política sexual fue la batalla que decidieron emprender.

Margaret Sanger era una mujer menuda pelirroja y radical que trabajaba en los barrios humildes de Nueva York. Su nombre quizás no es tan conocido como merecería serlo, pero hizo más para moldear el mundo de hoy en día que muchos políticos de la época.

Margaret Sanger

Sanger, enfermera y educadora sexual estadounidense, creía que las mujeres debían poder decidir cuándo tener hijos para llevar una vida más saludable y tener una base más equitativa en la sociedad.

A principios del siglo XX, Manhattan era una isla dividida.

Lo que se conoce como la zona del Uptown era libertino, descarado y en auge: el lugar más de moda del planeta.

El centro era muy diferente: un lugar tradicionalmente pobre, con edificios abarrotados de nuevos inmigrantes.

En esa parte de la ciudad, las mujeres estaban desesperadas por evitar embarazos no deseados.

Pero solo tenían dos opciones: un aborto peligroso autoinducido o el abortista callejero, que podría ser igual de peligroso.

 

«Resolví hacer algo para cambiar el destino de esas madres, cuyas miserias eran tan vastas como el cielo», dijo.

«Una clínica de control de natalidad se abrirá en secreto en First Avenue en la ciudad de Nueva York esta semana. Margaret Sanger anunció que la nueva clínica estará equipada con enfermeras, aparatos y una secretaria. Se dará consulta a mujeres a 10 centavos cada una. La dirección de la clínica se distribuirá a mano a las madres de familias numerosas. Se muestra a Ethel Byrne, la enfermera, a cargo de una de las pacientes», informaron en esa época.

A través de publicaciones, Sanger fue la primera en popularizar el término «control de la natalidad«. Sus escritos fueron la semilla del movimiento a favor de la planificación familiar y la conectó con otros activistas.

En esa época los anticonceptivos eran un tabú. Quienes los vendían eran condenados como proveedores de vicio y pecado.

A pesar de ello, Sanger abrió en 1916 la primera clínica de control de natalidad en Estados Unidos en un distrito pobre de Brooklyn.

El día de la inauguración, más de 100 mujeres hicieron cola para pedir ayuda y consejo.

Mujeres y hombres sentados con cochecitos frente a la Clínica SangerDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa Clínica Sanger en Amber Street en Brooklyn, Nueva York, acabaría siendo la sede de la American Birth Control League, que Sanger fundó, y que se convirtió en la Federación de Planificación Familiar de Estados Unidos.

Pero los folletos que Sanger distribuía fueron clasificados como literatura obscena, así que nueve días más tarde fue arrestada bajo las férreas leyes contra la obscenidad de EE.UU.

Tras pagar la fianza, retornó a la clínica y continuó atendiendo mujeres hasta que la policía la volvió a detener.

Sanger fue declarada culpable por un juez que sostuvo que las mujeres no tenían «el derecho de copular con un sentimiento de seguridad de que no habría una concepción resultante».

Acto seguido, le ofreció a la condenada una sentencia más indulgente si prometía no volver a infringir la ley, pero ella respondió: «No puedo respetar la ley tal como existe hoy».

No obstante, con la ayuda de personas con fortunas privadas que tuvieran suficientes agallas y estuvieran dispuestos a invertir su dinero, podrían contraatacar.

McCormick a bordo de un barco, en uno de sus viajes.

Y Sanger tenía una amiga que cumplía con esos requisitos: una rica heredera estadounidense llamada Katharine McCormick.

Era una dama de la alta sociedad que a diferencia de muchas mujeres de su clase, su padre la había alentado a estudiar.

En 1904 obtuvo una licenciatura en biología del Instituto de Tecnología de Massachusetts. Además, había hecho campaña para conseguir el derecho al voto de las mujeres.

Una vez que las estadounidenses lograron el derecho al voto, al igual que las escandinavas y británicas, buscaron una nueva causa por la que luchar.

McCormick optó por el control de la natalidad, pues creía firmemente que el derecho de una mujer a controlar su cuerpo era tan importante como el de participar en elecciones.

Fue por eso que se formó esa amistad poco probable entre la rica heredera y la activista.

Anticonceptivos en el mercado negro:

Los anticonceptivos no podían importarse a Estados Unidos, pero en Europa eran fáciles de conseguir.

En sus viajes al viejo continente, McCormick, de la alta sociedad, compraba elegantes vestidos y pedía que les cosieran cientos de diafragmas en los dobladillos. Así los contrabandeaba y en Nueva York se los entregaba a Sanger, quien había abierto una nueva clínica. Fue una gran victoria, y la activista y la rica rebelde se mantuvieron en contacto.

Años más tarde, McCormick tuvo la posibilidad de hacer mucho más que contrabandear. Cuando el esposo de McCormick murió en 1947, ella heredó su fortuna: unos US$15 millones. Tenía 75 años y muchas ganas acumuladas de contribuir a la realización del sueño del control de natalidad.

Sanger le había hablado de su deseo de encontrar un anticonceptivo fácil de usar y a prueba de fallas. Tras décadas, había llegado el momento en el que los científicos creían que podría ser posible.

Píldora para el control de natalidad.

No había mucho interés en desarrollar un anticonceptivo fácil de usar y seguro.

No obstante, en la década de 1950, ni el gobierno de EE.UU. ni las instituciones médicas o la industria farmacéutica querían tener nada que ver con la investigación anticonceptiva.

Fue así como el financiamiento para el desarrollo de la píldora provino de una única benefactora: Katharine McCormick. Casi cada dólar necesario para desarrollar el anticonceptivo oral fue donado por ella.

El camino había sido largo, pero en 1960 la píldora salió al mercado y revolucionó el control de natalidad.

Medio siglo después, la píldora se había convertido en el anticonceptivo de elección para más de 100 millones de mujeres en todo el mundo. Su impacto social fue enorme.

La píldora y otros métodos de control de natalidad contribuyeron a reducir la mortalidad infantil y permitieron planear el tamaño de las familias para asegurar la provisión de sustento.

Junto con el derecho al voto, fue uno de los mayores cambios sociales del siglo XX.