El Papa hizo historia en Emiratos Árabes Unidos. Francisco este martes brindó una misa en Abu Dhabi para más de 170.000 fieles en su visita a la a la Península Arábiga. En la primera homilía papal en la región, el pontífice pidió a los fieles que sigan humildes ante Dios.
En la previa a este hecho histórico, el lunes, había firmado con el Gran Imán de Al-Azhar un Documento sobre “Fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia”.
“El documento representa un importante paso adelante en el diálogo entre cristianos y musulmanes y es un poderoso signo de paz y esperanza para el futuro de la humanidad”, declaró Alessandro Gisotti, Director ad interim de la Oficina de Prensa del Vaticano.
“El Documento es un llamamiento vibrante para responder con el bien al mal, para reforzar el diálogo interreligioso y promover el respeto mutuo para bloquear el camino a quienes agregan combustible al fuego de los choques entre civilizaciones. En Abu Dhabi, Francisco y Al-Tayyib han indicado juntos un camino de paz y reconciliación en el que no solo los cristianos y los musulmanes pueden caminar, sino todas las personas de buena voluntad», agregó.
Sinfonía de la fe
«Estoy tan contenta de estar aquí», dijo Severine Mounis, de 49 años, una india residente en Dubái desde hace una década. «Es un regalo ya que no podemos viajar a la Ciudad del Vaticano».
Stanley Paul, un paquistaní de 45 años residente en el país desde hace 14 años, acudió con su mujer e hijos. «Queremos que nuestras dos hijas de 9 y 14 comprendan al Papa, que vean su sencillez».
Francisco, fiel a su voluntad de mostrar la cercanía de la Iglesia con las periferias del mundo, vino a saludar casi exclusivamente a los trabajadores inmigrantes, muchos de ellos filipinos e indios.
El papa argentino, hijo de inmigrantes italianos en una Argentina multicultural, es muy sensible a las dificultades de las personas desarraigadas.
«Para vosotros no es fácil vivir lejos de casa y quizá sentir la ausencia de las personas más queridas y incertidumbre por el futuro», dijo el Papa durante su homilía, pronunciada en italiano y traducida por altavoz al árabe. Francisco celebró la misa excepcionalmente en inglés, con una cruz alta detrás de él.
«Sois un coro compuesto por una variedad de naciones, lenguas y ritos», destacó, hablando de la «alegre sinfonía de la fe» que construye la Iglesia.
Emiratos Árabes Unids es un país en donde el 85% de la población está compuesta por expatriados, de los que el 65% son ciudadanos de países asiáticos que trabajan en todos los sectores, desde la construcción a los servicios.
Hay cerca de un millón de católicos en este país, con una sociedad bastante abierta al mundo exterior y un islam más moderado que el de Arabia Saudita. La mayoría de católicos son trabajadores asiáticos, que practican su religión en ocho iglesias.
El vicario apostólico para Arabia del Sur, Paul Hinder, agradeció el martes a las autoridades emiratíes por permitir la misa en un lugar público.
Antes de su homilía el Papa visitó la catedral San José.
Minorías discriminadas
Emiratos Árabes Unidos promueve una imagen de apertura, aunque en el país se practique la «tolerancia cero» frente a toda disidencia, en particular la de los adeptos del islam político que representan los Hermanos Musulmanes.
El vecino reino de Arabia Saudita, ultraconservador, prohíbe toda práctica religiosa que no sea el islam.
El lunes, en un largo discurso ante responsables de todas las religiones, Francisco alentó a Emiratos a «continuar su camino» garantizando la libertad de culto.
Al mismo tiempo, el papa jesuita insistió en la necesidad de «libertad religiosa», que debe ir más allá de la simple libertad de culto. Pidió para todo Medio Oriente «el mismo derecho a la ciudadanía» para las personas de las diferentes religiones.
Francisco y el gran imán del instituto egipcio Al Azhar (principal autoridad del islam sunita), Ahmed al Tayeb, condenaron toda discriminación contra las minorías religiosas, en un documento que firmaron el lunes por la noche.
El papa, vestido de blanco, y el jeque Ahmed al Tayeb, de negro, se mostraron juntos de manera fraterna, frente a la gran Mezquita Zayed –una de las más grandes del planeta–, y luego se besaron en la tribuna de la conferencia interreligiosa, bañada por una lluvia de hojas de olivo.