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Se diagnostican cerca de 300 casos de lepra por año en la Argentina


En la Argentina se diagnostican alrededor de 300 casos de lepra, una enfermedad muy estigmatizante para quien la padece, que genera discriminación y exclusión a sus afectados, aunque apenas el 5% de los casos es contagioso.

La lepra fue una de las primeras enfermedades descriptas en la antigüedad y ha diezmado poblaciones y producido deformaciones monstruosas en rostros y pérdida de extremidades.

Su estigmatización trascendió culturas, fronteras y eras de la humanidad.

«Tener lepra era sinónimo de ser un pecador, lo que significaba la separación, el abandono, el destierro y la reclusión en los conocidos «leprosarios», que estuvieron vigentes nada menos que hasta la década del 1960. No fue hasta 1940 que la ciencia desarrolló un tratamiento efectivo, si era aplicado en etapas tempranas», explicó Gabriela Ferretti, médica clínica, neuróloga, legista y auditora médica (UBA).

Ferretti destacó que a pesar de la evolución de la ciencia, «el conocimiento de las enfermedades y los avances en los métodos diagnósticos y tratamientos, la lepra o enfermedad de Hansen continúa cargando el peso de la mala reputación y, hoy en día, quienes padecen esta patología deben sobrellevarla junto a muchos de sus estigmas, lo que no sólo afecta la calidad de vida por la enfermedad en sí misma, sino por todos los factores psicosociales que la acompañan».

La lepra es producida por el Mycobacterium Leprae (bacilo de Hansen), que fue descubierto por el médico noruego Gerhard Armauer Hansen en el año 1874. Se trata probablemente de una de las primeras enfermedades producida por una bacteria que fuera reconocida.

Se diagnostican más de 200.000 casos en el mundo por año, aunque su distribución no es para nada heterogénea.

India concentra el 63% de los afectados, seguido de Brasil, con casi el 12% (unos 25.000 casos, lo que equivale al 92% de las personas con lepra en América).

Se la asocia siempre a la pobreza, el hacinamiento y la falta de educación.

En la Argentina se detectan, en promedio, unos 300 casos por año, según datos de la Organización Panamericana de la Salud.

No obstante, la Sociedad Argentina de Dermatología estima que existen muchos pacientes aun sin diagnóstico.

Las zonas que han reportado casos de lepra se sitúan en el norte y centro del país: Chaco, Formosa, Corrientes, Misiones, Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Buenos Aires y la Capital Federal. Si bien son más importantes las provincias del nordeste, norte de Santa Fe y los conglomerados poblacionales del Gran Resistencia, Rosario y el Gran Buenos Aires, las migraciones internas posibilitan la diseminación de la enfermedad a cualquier parte del país.

«Sin embargo, a pesar de ser una enfermedad infecciosa y transmisible, es muy poco contagiosa. De hecho, solo un 5% de las personas expuestas se contagia. Pero eso no es todo, para que se produzca el contagio de persona a persona el contacto directo e íntimo debe realizarse por tiempo prolongado. El periodo de incubación (tiempo entre el contagio y manifestación de la enfermedad) es de 3 a 5 años», dijo Ferretti, que es vicepresidente de la Asociación de Peritos de la Ciudad de Buenos Aires (APERCA) y miembro del Consejo de Bioética del Instituto Latinoamericano de Derechos Humanos.

Una enfermedad endémica

A pesar que el número de casos es muy bajo comparado con otras regiones del continente, se considera a la lepra una enfermedad endémica, debido a que esta cifra se mantiene estable a lo largo de los años y aún no se vislumbra una erradicación en la región.

Sus síntomas son específicos, ya que compromete simultáneamente diversos órganos.

Principalmente se evidencia en la piel y nervios periféricos, con la aparición de manchas o máculas con más o menos pigmento, que generan una progresiva disminución de la sensibilidad en la zona, caída del vello y ausencia de transpiración. A la vez, se ven afectados los nervios periféricos.

Hay dos clasificaciones de la enfermedad según su cuadro clínico, pero la OMS la simplifica en dos categorías: una de ellas, la de curso más benigno y menos contagiosa con hasta 5 lesiones de piel o forma paucibacilar, y otra más agresiva y contagiosa, con más de 5 lesiones o forma multibacilar.

El contagio es a través de las secreciones nasales, que será mayor en las personas con la forma multibacilar.

«El Micobacterium Leprae es un organismo emparentado con el bacilo de la Tuberculosis. Ambos se introducen dentro de las células humanas y la evolución de la enfermedad dependerá en gran medida de la respuesta inmunitaria de quien la padece. Estas dos enfermedades también requieren tratamiento antibiótico por al menos seis meses, lo que en muchos casos dificulta su cumplimiento», dijo la especialista.

Si bien no existe vacuna específica para la lepra, la vacunación para la tuberculosis (BCG) pareciera tener un efecto protector.

En tanto, se estima que existe una susceptibilidad individual para padecer lepra que podría ser hereditaria.

Además de las manchas en piel, podemos encontrar granulomas (como unas protuberancias en la piel) que son el resultado de la inflamación que generan y es en respuesta propia de cada individuo. Los nervios periféricos son también afectados con alteración en su función de transmitir la sensibilidad y los impulsos motores.

Diagnóstico temprano

Ferretti aseguró que «la aparición de manchas en la piel (más claras o más oscuras) con adormecimiento persistente deberá ser motivo de consulta, ya que se puede estar en presencia de lepra».

En ese sentido, destacó que «el diagnóstico temprano permite una mayor efectividad del tratamiento y altas chances de curación, así como también realizar la pesquisa de otros casos en el entorno cercano y el tratamiento preventivo cuando sea necesario».

«En nuestro país, el tratamiento se entrega de forma gratuita a través del Programa Nacional de Lucha Contra la Lepra (Salud Pública de la Nación) y está compuesto por dos o tres antibióticos que deben administrarse entre 6 meses y 1 año», concluyó.