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Para el economista Esteban Guida, “no se sabe hacia dónde vamos”


El director de Grupo Guida e integrante de la Fundación Pueblos del Sur dialogó con CLG sobre el rumbo político y económico del gobierno de Mauricio Macri

Por Martín Fiódor

Esteban Guida es licenciado en Economía por la Universidad Nacional de Rosario, director de Grupo Guida e integra la Fundación Pueblos del Sur, donde analizan cotidianamente la realidad económica del país y la región. En diálogo con CLG habló de todo

—Acaba de irse un año que fue económicamente muy complicado para los argentinos, ¿cómo viste al país en particular y desde la Fundación?

—Nosotros veníamos observando que la economía estaba profundizando 2 problemas importantes: por un lado el déficit externo, que se agudizó fuertemente con la liberalización del mercado cambiario en diciembre en 2015 y con la apertura comercial y, por otro lado, el déficit fiscal que, pese a que el gobierno, con una visión más ortodoxa del problema, decía que había que cerrar la brecha fiscal, durante los años 2016 y 2017 (sobretodo el 17 producto de las elecciones), el déficit fiscal creció. Esto profundizó los desequilibrios. Por otro lado, en el informe de deuda que nosotros elaboramos en la Fundación se daba un agravante adicional: la deuda pública crecía fuertemente a una tasa como hacía muchos años no se registraba y pasaba a ser más externa y en dólares respecto a períodos anteriores. Esta tríada de fenómenos (déficit externo, déficit fiscal y endeudamiento creciente) auguraban que la economía en algún momento tenía que generar una crisis aguda. Eso finalmente ocurrió en abril de este año. En el mundo financiero avizoraban que el déficit comercial que arrojaba el primer trimestre de 2018 sería de unos 40 mil millones de dólares para 2018, cosa que era imposible de financiar. Ahí se produce la primera escapada (corrida bancaria) que es básicamente cuando los tenedores de activos venden sus posiciones, compran dólares y precipitan la caída. Ahí se terminó el modelo Cambiemos. Esto lo veníamos observando pero nadie podía decir cuándo los inversores iban a tomar esa decisión.

—Muchos de estos problemas económicos el gobierno los endilgó más bien a cuestiones externas a su batería de decisiones. Se mencionaron todo tipo de explicaciones que iban desde un contexto internacional desfavorable hasta la influencia negativa que generó en el mercado el caso de “los cuadernos de la corrupción”. ¿En qué medida esto es cierto y en qué medida el gobierno equivocó los caminos? ¿Se podría haber evitado?

—No sé si evitado, seguro se podría haber previsto. El tema de la cosecha a principios de año implicó una menor cantidad de divisas de la que se esperaban, pero también tengamos en cuenta que el gobierno había quitado previamente todo tipo normativas respecto a la liquidación de divisas. Si hubiera realmente entendido que el campo aportaba divisas y que la sequía podía atentar contra eso hubiera cambiado alguna normativa de liquidación de divisas, pero no lo hizo. Respecto a la tasa de interés internacional, se veía que podía subir. Obviamente el triunfo de Trump planteó un escenario internacional totalmente distinto al que se esperaba, por eso el 1° de enero de 2018 el Tesoro, la administración central, adelanta la emisión de deuda e ingresan 9 mil millones a las reservas, cosa que después Caputo mencionó; es decir que se anticipaban a una suba de la tasa de interés, por eso tomaron mucho más deuda de la que necesitaban, lo que da a entender que el gobierno conocía el contexto. Así y todo, fue pasando el tiempo y mientras otros países manejaban un Riesgo País normal, o por lo menos estable, en el nuestro seguía creciendo. Y no te olvides que el problema externo fue sobre compensado por un préstamo del Fondo Monetario Internacional del orden de los 57 mil millones de dólares, ya después de la confirmación en junio del acuerdo con el Fondo las demás variables funcionan más bien como excusas y no tienen sustento. La economía argentina tiene un problema propio, por supuesto que el contexto internacional te puede ayudar pero para nada es el responsable de los desequilibrios del país.

—Esto pone a prueba una de las explicaciones más reiteradas públicamente por el gobierno que asegura que no hay otra opción que el ajuste. ¿No hay otra opción o hay herramientas que permiten paliar estos efectos adversos de las problemáticas estructurales del país?

—Esa hipótesis del gobierno es mentirosa. Porque no hay otra opción que el ajuste habiendo hecho lo que hizo el gobierno y manteniendo la línea política que se tiene. A ver, si la economía y las finanzas nacionales dependen en gran manera del apoyo del FMI ahí sí no hay otra opción que hacerle caso. Creo que se subestima muchísimo a los argentinos, se les quiere meter en la cabeza de que no tenemos otra chance, pero quien no tiene otra chance es el gabinete económico de Macri que ya firmó un acuerdo con el FMI sin el cual la economía entraba en default. Pero para nada creo que deberíamos entender que la Argentina no tiene otra opción, eso es un ideologismo que no tienen ningún sustento. Es el gobierno el que no tiene otra opción porque ya eliminó toda su discrecionalidad en materia de política económica y se la dio al FMI para tener un financiamiento que le permita mantener un mercado totalmente liberalizado y así permitir que cualquiera pueda comprar dólares y fugarlos si quiere, y para que se pueda mantener un tipo de cambio bajo hasta tanto los inversores quieran seguir prestándole a la Argentina, y eso es lo que hay que poner sobre la mesa: si es políticamente viable este único “modelo macrista”.

—Este es un año electoral, ¿cuáles son las proyecciones para este año? ¿Le ves futuro a esta política económica, a este modelo?

—No veo alternativas. No veo ningún cambio. El gobierno no tiene margen para hacer cambios en materia económica, podría provenir del FMI que es el que está financiando el déficit de la economía argentina. Pero como está la situación el gobierno no tiene ningún nivel de decisión sobre la economía. Tiene que seguir con el ajuste, mantener un mercado de capitales abierto (como para el ingreso y la salida de capitales) y la economía lo más recesiva posible para que no consuma las divisas que hay que usar para pagar la deuda. Por eso creo se intenta sacar de la agenda electoral los temas económicos, aunque algunos esperan un repunte económico. Aparecerán entonces otras problemáticas como la seguridad, el aborto, etc. Y esto va a ser así porque el gobierno no tiene margen de acción para hacer otras cosas en el punto en el que está comprometido por decisión propia.

—¿Y cómo ves a la oposición en este escenario? Si el oficialismo es derrotado, ¿el gobierno que venga tiene mecanismos para revertir el modelo instalado por el macrismo?

—El gobierno que venga va a poder hacer más o menos en términos del poder político que tenga. No importa si es un gobierno u otro, importa si tiene poder para hacer lo que tiene que hacer. Ahí yo te cambio la pregunta y me digo, ¿el pueblo argentino tiene chances de cambiar esto? Sí, por supuesto. Ahora, en la desorganización, en la falta de cultura política, en el imperio del “sálvese quien pueda”, en la cantidad de ideologismos que andan dando vuelta, y… se va a complicar. Pero es falso que la Argentina no tenga chances de salir de esta situación hacia un esquema nacional, soberano, en donde haya justicia distributiva, y en donde se pueda vivir un poco mejor. Lo que pasa es que seguimos probando con recetas que no le han dado resultado a la Argentina, porque lo que está haciendo Macri no es ninguna novedad, ya se hizo otras veces y ha conducido a más pobreza, más endeudamiento y más crisis. Lo cierto es que, suponiendo que el pueblo argentino se decidiera y políticamente tuviera una representación de los intereses nacionales en el gobierno, no va a ser fácil. Tampoco hay que caer en la idea de que cambia el gobierno y cambia el mundo, no es así, y cuando digo no va a ser fácil es porque esto no es cosa de un mandato de gobierno. Cualquier gobierno que quiera prometer resolver cosas en un mandato de forma mágica (como se prometió hace unos años) va a ser un nuevo chantaje. Ya nos tenemos que dar cuenta que cualquier cambio debe provenir de una idea propia, dónde los recursos del país, sean humanos, físicos, naturales y financieros estén dispuestos para el bienestar de la Nación. Porque si seguimos  bajando el gasto en servicios públicos básicos como educación, salud, infraestructura, vivienda y demás, para pagar una deuda que crece y que solo sirve para financiar la fuga de capitales de unos pocos, la cosa va a acabar mal, con una revolución, una crisis o en pobreza extrema, que puede ocurrir, porque la economía no estalla en sí misma, lo que estalla es la política, las condiciones de vida. De hecho la minería sigue extrayendo, las finanzas siguen fugando y sin embargo no pasa nada. Parecería que hasta que la última gota de sudor no termine de salir de la frente de los argentinos, todo es posible. Así que la salida es difícil pero necesariamente tiene que provenir de una mirada nacional en donde se prioricen las necesidades de los argentinos, y dentro de esto, me juego un poco más, donde se prioricen las necesidades de los más necesitados. Porque también está la idea de que los que más tienen deben seguir acumulando, ya que a través del Estado se puede compensar a los demás, pero eso tampoco funcionó; la idea de que ganen algunos para que después el Estado se los dé a los otros fracasó. Tenemos que pensar una Argentina en donde se genere trabajo desde la producción, que le podamos vender al mundo nuestros servicios, nuestra creatividad, nuestros productos, pero que luego de la cuenta final los 44 millones vivamos un poco mejor, y no 500 mil o “mil familias” como dicen algunos a costa del resto. Eso se tiene que terminar de una vez por todas.

—Cuando uno contrae deudas con organismos internacionales como el FMI el margen de maniobra de los gobiernos producto de la desigual relación de poder suele ser escaso. Hace unos años, favorecido por un buen contexto internacional, se pudo sacar de encima la deuda con dicha institución. Hoy se volvió caer en el FMI y da la sensación que el panorama internacional no sólo no es favorable sino que además parece mucho más complicado.

—Totalmente. Hace 4 años que venimos con el mismo nivel de exportaciones, 2015, 2016, 2017 y 2018 no pudimos superar los 60 mil millones de dólares en exportaciones. Por otro lado, las importaciones crecen cada vez más a medida que producimos menos bienes que puedan sustituir a los importados, y con una cuenta corriente que es cada vez más deficitaria. Este es el problema estructural del que venimos hablando: no estamos pudiendo generar la riqueza necesaria para el nivel de vida que nos merecemos. Algunos con esto dicen: ‘Los argentinos deberían vivir más como africanos que como europeos’; de hecho, el FMI se acerca a este pensamiento, por ejemplo. Otros creemos que es al revés: hay que tener mayor capacidad de producción, tenemos que elaborar más bienes, tenemos que sustituir más importaciones, le tenemos que sacar más jugo a la creatividad, aprovechar mejor nuestros recursos naturales, y entonces, si hay que modificar algún nivel de vida, bueno, que los que estén muy bien empiecen a compensar a los que están muy mal. Esos son dos modelos en pugna que no están en la agenda pública, y lo triste y lamentable es que muchos argentinos tampoco se dan cuenta de lo importante que resulta esta cuestión. Pero hay herramientas, te pongo un ejemplo, nosotros tenemos una plataforma continental marina que es más grande que todo el territorio argentino (propiedad reconocida incluso por las Naciones Unidas). Allí hay recursos ictícolas, biodiversidad, riqueza marina, hidrocarburos, etc. Sin embargo a esas aguas las hemos regalado, las hemos cedido en acuerdos espurios, secretos, de los que se sabe muy poco. Ni hablemos lo que pasa con la minería, sector en dónde prácticamente no se pagan retenciones, incluso ni siquiera sabemos lo que se están llevando. Porque de ahí salen cientos de metales y minerales que van junto con la montaña pero que se elaboran en otra parte, con otros intereses. Ni hablar del recurso humano, que es lo más valioso que tenemos, que está mal distribuido, mal formado y mal aprovechando. Entonces no es que los argentinos no tenemos riqueza, la tenemos. Pero si no las disponemos para la satisfacción de nuestras propias necesidades, para generar riqueza nacional, entonces sí tienen razón los que dicen que tenemos que dejar de pretender un nivel de vida mejor. Y no es que no haya un modelo; lo que no hay es decisión política. Porque de hecho tenemos muchos ejemplos de países que se han desarrollado con muchas menores condiciones que nosotros. Corea del Sur es un caso que estamos estudiando con la Fundación, un país que tiene una superficie como la del Chaco y que en la década del 50 estaba sumido en la más extrema pobreza, sin embargo hoy es una de las principales potencias tecnológicas y líder mundial en industria automotriz. ¿Cómo hicieron? Lo interesante es observar no lo hicieron gracias al libre mercado, lo hicieron con una intervención clara y decidida, anteponiendo los intereses de la Nación a intereses sectoriales o personales; eso es lo que está faltando.

—¿Y a nivel regional como ves el panorama? Porque ha habido cambios muy fuertes en los últimos meses con el triunfo de Bolsonaro en Brasil, lo que abre la puerta a la reconfiguración de tratados internacionales más bien orientados a vincularse más con los países desarrollados que apostar a una coalición regional como se pensó en su tiempo a partir de la Unasur y el Mercosur. ¿Cómo impacta esto en Argentina a nivel económico?

—Esta vuelta al bilateralismo en algún sentido nos puede beneficiar. En la década del 40-50 cuando Argentina estaba bloqueada por Gran Bretaña y EE.UU. nos mantuvimos a través de acuerdos bilaterales en dónde la moneda no era algo necesario, se intercambiaban bienes. En ese sentido hay una especie de ventana de oportunidad con otros países y con otros mercados no tradicionales que podríamos explorar. Ahora en términos del desincentivo que pueda haber a una integración latinoamericana más robusta económica y políticamente, a nosotros nos perjudica fuertemente, porque Argentina no surge aislada de sus hermanos sudamericanos; por los recursos, por la potencia continental que podemos ser, por las ventajas y riquezas culturales que podemos aprovechar. Si nos aislamos y nos separamos entre nosotros mismos nos va a costar mucho más y es posible que nunca logremos ser una potencia dominante. Estos cambios que vivimos nos están llenando de incertidumbre, pero creo que el país tiene que tener una posición integradora y de alianza estratégica con el resto de los países sudamericanos y si nosotros creemos que separados de otras naciones hermanas vamos a lograr desandar el camino solos, nos estaremos equivocando. Ojo, no quiero que esto se entienda como un deseo de imitar la integración Europea; nosotros tenemos nuestra propia idiosincrasia y nuestra propia forma de hacer las cosas, pero no se puede renegar que tenemos un destino común.

—Respecto a este tema del bilateralismo, muchos políticos e intelectuales vinculados al neoliberalismo han ensalzado los modelos chileno y mexicano a partir de medir algunos de sus indicadores económicos en crecimiento y los vinculan a sus tratados de libre comercio con EE.UU. (Alianza del Pacífico en Chile y NAFTA en México). ¿Estos modelos efectivamente son modelos de referencia o sus variables son tendenciosas?

—Hay de todo. Todos los casos del mundo pueden ser referencia; el tema es qué conclusión quiere sacar de cada. Distinto es un modelo a seguir, porque no solamente el territorio cuenta, también cuenta la formación cultural, la política, etc. Sí creo que muchas veces se presenta una parte de la película, entonces cuando uno quiere resaltar los éxitos de la aplicación de un modelo en un país menciona las dos o tres cosas que le convienen, y yo creo que hay que tener cuidado con eso. Porque por ejemplo los argentinos tenemos una impronta cultural de cuestiones que no negociamos, como la educación o la salud que son importantes y que además entendimos que las tienes que garantizar el Estado. Aquí tenemos la extraordinaria oportunidad de que el hijo de un trabajador pueda terminar siendo un profesional. Hay que ser cuidadoso cuando uno compara con otros países. Yo no me apresuraría en tomar ejemplos a la ligera porque también se subestima la cantidad de personas que viven en un país, y la calidad de vida a la que aspiran sus habitantes, según sus valores. Cuando rescatamos modelos como el australiano o el finlandés hablamos de una población que es rica gracias a las regalías de los recursos naturales, pero con una población mucho menor. Australia tiene aproximadamente la mitad de la población Argentina; no vaya a ser que algunos estén pensando que la Argentina debería tener esa misma cantidad de población.

—Da la sensación de que el gobierno y gran parte de la sociedad sostiene un discurso muy vinculado al sobrante de la población.

—Sí, de lo que se trata no es de expulsarlos o matarlos, si no de mantenerlos en la exclusión. Se los confina a lugares donde se concentra la pobreza y se los mantiene con política social, sin una infraestructura que le permita mejorar la calidad de vida, sin educación, ni nada. Es decir, mantener acotada la realidad de exclusión de millones de personas. Pero eso se logra pura y exclusivamente con una dominación cultural que hace que esa persona se acostumbre a vivir así pensando que no tiene otro futuro. Se les dice: ‘Tu destino es ése’, ‘vos no podés hacer nada’, ‘quédate en tu lugar’, ‘tratá de vivir lo mejor posible’ o ‘acostúmbrate a ser pobre’, como ya se ha dicho. Hay que tener cuidado, porque no solamente esta esa forma de ver la realidad se oye en algunos líderes políticos, también está calando en la sociedad que empieza a pensar que todo eso que dicen termina siendo cierto.

—Eso pareciera ser lo más preocupante de este proceso, que esos discursos parecieran estar legitimándose.

—Claro, lo mismo pasa ahora con el tema de la deuda. Se dice que ahora hay una deuda y hay que pagarla, ‘es la deuda de los argentinos’, cuando en realidad esa deuda es de unos pocos, el resto nunca la vimos. El endeudamiento público es una herramienta válida pero cuando resulta en una central nuclear, autopistas u otras obras de infraestructura que disfrutan todos. ¡Cosas visibles, palpables, útiles! Acá no pasó nada de eso.

—Hace algunas semanas se dio una situación altamente novedosa que fue la apreciación del peso, perforando los límites de la banda cambiaria. ¿Cómo ves esto? ¿Tiene carácter de tendencia o deberíamos esperar un rebote?

—La estabilidad cambiaria es positiva, el problema es: ¿a costa de qué? Porque el tipo de cambio se está manteniendo así por una tasa de interés que está neutralizando la actividad económica. Enero ha sido un mes terriblemente malo para la economía, no sólo porque se juntó con las vacaciones y el inicio de año, sino también porque ese dólar se mantiene con una tasa de interés del 60% de referencia que hace que haya una iliquidez muy fuerte en el mercado y que plancha la actividad económica en general. A esto se le suma el problema de la persistente inflación y que obviamente el tipo de cambio a 37/38 pesos vuelve a ser un tipo de cambio que no le permite a la economía exportar todo lo que necesita. Es una calma insostenible, que no tiene anclaje real, que no puede proyectarse en el tiempo, porque la economía no puede seguir frenada, no podemos mantener las tasas al 60 por ciento. Así y todo el Banco Central piensa mantener esto para evitar que esos recursos pasen al dólar. También está la capacidad de repago de la deuda, si los que están prestándole a la Argentina o al BCRA empiezan a ver que se acerca el precipicio porque la economía no genera los dólares necesarios para pagarles o los déficits nuevamente crecen, otra vez aparece la amenaza de una corrida cambiaria. Por supuesto uno festeja la estabilidad, en semejante año tener 3 días seguidos la misma cotización del dólar es como el paraíso; lo que pasa es que estamos viendo que la economía no genera los dólares suficientes, más allá de lo que ya se tiene previsto tomar de deuda. Además, si la recesión sigue, obviamente las condiciones de vida de la población en general van a empeorar. Pero eso pareciera que no le importa al gobierno, una cosa increíble. El desempleo va a subir, los sectores manufactureros siguen cayendo, la industria no levanta; pero ya está, como no es noticia parece que no importa más. Pero bueno, eso tarde o temprano genera desocupados, tensiones sociales, que por supuesto son observadas por los inversores que a su vez miran si los favores que el gobierno le ha tendido se pueden terminar. Así es cómo la economía se torna insostenible. Por otro lado, el gobierno niega que esto sea el modelo económico buscado; se habla de una “transición”. El problema es que no se sabe hacia dónde vamos. En ese escenario la posición de los economistas del FMI es que la Argentina puede seguir cayendo en su nivel de consumo de divisas (mayor empobrecimiento) de tal manera que cierre el déficit externo como sea. Pero como sabemos, el superávit comercial no viene inmediatamente por el incremento de las exportaciones, sino por la caída de las importaciones, producto de la menor actividad económica, porque no hay industria, porque no se consume energía, no se consumen insumos, etc. Mientras que unos están pensando en que se consuma menos, otros estamos diciendo que hay que producir más. Esa contradicción es fundamental, y es política. Sin embargo, en ése sentido los argentinos no somos muy tranquilos, no aguantamos que nos toquen mucho el bolsillo, ni el orgullo. Pero la peor crisis es política, con un fenomenal descontento que no encuentra correlato ni representatividad en las dirigencias actuales. Así y todo confío en que el pueblo argentino va a encontrar su cauce y confío también en que hay líderes que pueden encarnar el deseo del pueblo, no sé si son los que están o alguno que está por venir pero confío que seremos capaces de lograrlo.