Por Carlos Duclos
Cuando se habla del conflicto en Venezuela, no es posible dejar de considerar un aspecto determinante de su economía: el petróleo. Poco se dice del gran capital que poseen los venezolanos, el oro negro, el petróleo, en el marco de este suceso que atraviesa la sociedad venezolana. Si Venezuela sigue con su ritmo actual de producción, tiene reservas probadas de petróleo para 300 años más (tal vez más), mientras que Arabia Saudita ve limitadas sus reservas a solo 70 años. Se habla, entiéndase, de los principales países de reserva petrolera. El interés de los Estados Unidos en un gobierno venezolano que le sea adepto o sumiso, en este marco, no puede dejar de considerarse.
El gobierno de Maduro, desde luego, no genera confianza en el poder imperialista del norte. Y si bien es cierto que el principal comprador de petróleo bolivariano es Norteamérica, la posibilidad de que el gobierno chavista en algún momento cierre parcialmente sus canillas, desvela al poder del Tío Sam desde hace tiempo. Una cosa es vivir de comprado y otra ser poseedor de la cosa ¿Verdad?
Norteamérica, en este contexto, ha iniciado un bloqueo económico hace unos años que le ha significado a Venezuela un duro golpe. Que el gobierno de Maduro haya cometido errores políticos y económicos, pues es algo que no se puede dejar de considerar, pero que evidentemente hubo un complot de un poder oscuro internacional para asfixiar a los venezolanos, a su gobierno, no se puede negar. Un bloqueo que ha contribuido grandemente al empobrecimiento y llanto de tantos venezolanos. Habría que pensar si Trump y sus amigos tendrían tanto interés en Venezuela y su destino si este país no tuviera petróleo, o tanto como posee.
Después de todo, es útil recordar que un grupo de potencias dominantes: Inglaterra, Norteamérica y toda la Otán, no titubearon en mentir descaradamente al mundo manifestando que el régimen de Saddam tenía armas de destrucción masiva. Usaron tan vil excusa para invadir. Cuando se comprobó que lo de las armas iraquíes era una farsa, se entendió que al poder no le interesaba el régimen, sino las riquezas de Irak y el estratégico poder geopolítico.
El hecho de que no exista en el planeta otra Nación con tantas reservas petroleras como Venezuela, no es un detalle menor, es el quid de la cuestión.
En las próximas horas, pueden sucederse en el país Latinoamericano sucesos más dramáticos de los que ya han sucedido. Los diplomáticos norteamericanos deberían abandonar el país. Si no lo hacen, apelando a la idea de que no reconocen la legitimidad del presidente Maduro, éste podría hasta ingresar a la Embajada y expulsarlos, pero esto implicaría una lisa declaración de guerra, un hecho que vendría de perillas a Norteamérica y sus aliados para invadir.
El poder del norte, especialista en armar y ejecutar golpes de Estado en América Latina usando en el pasado a las Fuerzas Armadas y políticos traidores, necesita hoy en los países que le son útiles, gobiernos títeres, “capataces de estancia”, que obedezcan sus órdenes y complazcan sus deseos. Para eso ya no apelan a las balas, sino al marketing y la manipulación de la masa, a los medios que son bien pagados, a los jueces y fiscales y a políticos traidores capaces de vender a la Patria por unos denarios. Pero la invasión es siempre la bala de plata que se reserva el poder cuando un valor es desvelo de su deseo.
Esto no obsta para decir que el progresismo o la izquierda ha equivocado muchas veces el camino para combatir a una fiera a la que, “por acción u omisión”, le ha dado eventualmente pasto.
En fin, así como en el pasado el botín fueron las riquezas tantos países, hoy los poderosos parece que tienen hambre de Venezuela, mejor dicho de su oro negro.