Opinión

Punto de vista

Va subiendo la marea verde


En Argentina el movimiento feminista ha crecido notablemente en los últimos años y hoy es un colectivo que no sólo lucha por leyes concretas sino que disputa constantemente sentidos y redefine relaciones de poder. Opina Martín Fiódor

Por Martín Fiódor / Especial para CLG

En Argentina el movimiento feminista ha crecido notablemente en los últimos años y hoy es un colectivo que no sólo lucha por leyes concretas sino que disputa constantemente sentidos y redefine relaciones de poder. Esto devuelve las esperanzas en torno a las capacidades reales que tienen los movimientos de la sociedad civil para desarticular estructuras de poder y reconfigurarlas. Los temas vinculados al movimiento feminista se han ganado un lugar central en la agenda y el nivel de apoyo público que tienen sus demandas continúa aumentando. Para que este logro sea posible, fue necesario que en los últimos años no cesen las movilizaciones y las denuncias.

Lo que pasó en la última semana fue de algún modo un punto de quiebre, no sólo para muchas mujeres que decidieron con valentía sacar a la luz los padecimientos sufridos por abusos, sino también para el movimiento feminista en sí. Muchas mujeres al día de hoy no se sienten identificadas con el colectivo que mejor las representa, eso podría cambiar a partir de ahora. La indignación y el repudio social respecto al caso de abuso sexual del actor Juan Darthés a la actriz Thelma Fardin que se suma (entre otros) al reciente caso de Rodrigo Eguillor expresan un estado de situación: el abuso sexual no quedará impune, si la justicia no actúa, la sociedad lo hará.

La intervención clave del colectivo Actrices Argentinas, ahora convertida en asamblea permanente, ha permitido que demandas particulares se cohesionen con la enorme marea de reclamos de otros colectivos y asambleas que también integran el movimiento feminista. Además le ha dado a la temática un empuje y una visibilidad mediática fundamental que, obviamente, impacta y ayuda en el plano concreto del abuso: se estima que luego de la difusión del video de Thelma las denuncias por abuso sexual de la línea 144 se incrementaron un 240%.

Acciones como éstas han logrado que hoy el movimiento tenga representación fuerte en cada uno de los espacios de construcción de poder. En el Congreso, en los medios, en los partidos políticos, en los sindicatos, en las escuelas, en todos lados el feminismo ha hecho pie y disputa sentido.

Esto impulsa marcos normativos que la sociedad se debe hace tiempo. Frustrada por ahora la ley de despenalización del aborto, hay luchas en marcha: en la provincia se está tratando la ley de paridad de género, fundamental para combatir la histórica desigualdad laboral entre hombres y mujeres, y desde las escuelas se demanda cada vez con más fuerza modalidades de implementación efectiva de la ley de Educación Sexual Integral, aprobada por mayoría en el Congreso en el año 2006 pero desde entonces delegada a la iniciativa y capacidad de cada una de las provincias. Ésta última es una ley clave, entre otras cosas, para permitir que casos de abusos puedan ser detectados a edad temprana brindando a los alumnos (desde edad temprana) herramientas que posibilitan definir situaciones de violencia de género y abuso sexual.

En otro sentido, se lucha porque hay resistencia. Se ha visto a mucha gente en las redes cuestionando la autenticidad de las denuncias, de los cuáles muchos son hombres que parecieran creer que se les ha declarado abiertamente la guerra. El vínculo entre el feminismo y los hombres es algo que es importante trabajar. Muchos naturalmente (y erróneamente) sienten que están perdiendo privilegios y se defienden; otros, de otra época (Cacho Castaña por ejemplo), directamente dicen barbaridades en público y no pueden entender por qué ahora se los condena cuando siempre han sido así. También los hay “progresistas”, quienes perciben y les molesta que por primera vez en la historia los hombres no están siendo “el sujeto de transformación”.

Es mentira que el hombre debe proveer, es mentira que el hombre debe ser prepotente (y sexualmente superpotente), es mentira que el hombre tiene que ser el sostén familiar, es mentira que hay que sabérselas todas, es mentira que el hombre tiene que ser el que encara en el boliche, es mentira que el hombre se la tiene que aguantar, es mentira que el hombre que erra es un perdedor, es mentira que el hombre no juega con muñecas, es mentira que al hombre le tiene que gustar el futbol o el automovilismo, es mentira que el hombre que llora es un maricón. Nada nos define. Detrás de las máscaras que el feminismo quiere romper, hay una libertad reconfortante, el patriarcado no sólo somete a las mujeres, en diferentes proporciones somete al hombre también, es por eso que vale la pena luchar contra él.

Por lo demás, nadie va a poder devolverle la inocencia ni quitarle el dolor a las miles de pibas y nenas que fueron abusadas, pero que se sepa que con cada confesión pública, con cada abrazo en persona o a la distancia, con cada consuelo, con cada interpelación, el movimiento crece y obliga a la justicia y a la sociedad a que nada quede impune, a que nada sea en vano, a que todo tenga sentido.

La lucha continúa…