De las elecciones presidenciales en Brasil a los «chalecos amarillos» en Francia, el año 2018 estuvo marcado por una influencia cada vez mayor de las «fake news», propagadas en las redes sociales, y que socavan la confianza en los medios de comunicación y las instituciones.
La desinformación prospera. Muchas imágenes, aunque reales, son presentadas como algo que no son. Por ejemplo, se denunció la violencia policial en Francia durante las protestas de los «chalecos amarillos» con una foto de un manifestante con la cara ensangrentada, pero que en realidad fue tomada hace varios años en España. Una manipulación tan simple como eficaz.
Paralelamente, está emergiendo una nueva amenaza mucho más peligrosa: las «deep fake». Estos videos modificados permiten hacer decir a una persona lo que uno quiere que digan, con sus gestos exactos y su tono de voz. Todavía son difíciles de crear pero la tecnología está progresando rápidamente.
Popularizada por Donald Trump, la expresión «fake news» o «noticias falsas» se ha convertido en un arma retórica para atacar a los medios de comunicación. Los políticos de España, China y Birmania la están adoptando cada vez más. Designa todo y cualquier cosa, como información falsa divulgada deliberadamente para causar daño, errores, pero también información verificada.
La situación se complica aún más cuando es un país el responsable, como fue el caso de Ucrania, que a finales de mayo orquestó la «falsa muerte» del periodista ruso Arkadi Babchenko para, según las autoridades, evitar un intento de asesinato contra él. «Pan bendito para los paranoicos y conspiradores de todo tipo», afirma el secretario general de Reporteros sin Fronteras, Christophe Deloire.
La propagación de las noticias falsas se apoya en la baja, aunque estable, confianza en los medios de comunicación: 44%, según un estudio de la encuestadora YouGov para el Instituto Reuters en 37 países de todo el mundo. El investigador John Huxford (Illinois State University) explica que las redes sociales pueden amplificar la desinformación actuando como una «cámara de eco», «dando credibilidad» a los artículos simplemente porque son muy compartidos.
Las «noticias falsas» tienden a difundirse mucho más rápido que la información real en Twitter, según un estudio del MIT.
WhatsApp, una fuente importante de fake news
Muchos critican a Facebook y a sus más de 2.250 millones de usuarios por su propensión a dejar circular o incluso destacar en su «hilo de noticias» una gran cantidad de información falsa. Esta crítica se vio agravada por el escándalo de Cambridge Analytica, en el que Facebook admitió que los datos personales de 87 millones de usuarios fueron explotados sin su consentimiento por la empresa británica.
Para mostrar su voluntad de cambiar las cosas, en 2018 el gigante estadounidense firmó contratos con más de 35 medios de comunicación -entre ellos la AFP– en 24 países como Argentina, Estados Unidos, Francia e Indonesia, para «evaluar la exactitud de los artículos» que circulan en Facebook.
Brasil, que vivió este año elecciones presidenciales, es uno de los países en donde se está librando una feroz batalla de desinformación. Cristina Tardaguila, fundadora de la agencia brasileña Agência Lupa, explica a la AFP que las noticias falsas están migrando a WhatsApp, que cuenta con más de mil millones de usuarios en todo el mundo.
Detectar noticias falsas en esta plataforma es particularmente difícil ya que las conversaciones, personales o de grupo, están encriptadas y son privadas.
En India, la desinformación ha tenido consecuencias trágicas.
Según informes de prensa, al menos 25 personas han muerto en un año debido a los rumores que circulan en WhatsApp, que tiene 200 millones de usuarios activos mensuales en el país.
Se ha comenzado a tomar medidas de «fact-checking» o «verificación de datos» para frenar este fenómeno (162 iniciativas en el mundo según Reporters Lab de Duke University), pero la desinformación siempre circula más rápido.