Días antes Duterte acusó al obispo de Caloocan, Pablo Virgilio David -uno de sus principales críticos- de robar para su uso particular las contribuciones que los fieles donaban al arzobispado, a lo que el prelado le respondió que no sabe lo que dice porque está «enfermo». El pasado junio Duterte enfadó a muchos fieles filipinos al llamar «estúpido» a Dios y mofarse de algunos dogmas del catolicismo como el pecado original. Semanas después inició un diálogo con la jerarquía católica del país y acordaron una «moratoria» en el cruce de acusaciones, tregua que el gobernante rompió nuevamente, esta vez de manera extrema. El enfrentamiento de Duterte con la Iglesia católica se remonta a febrero de 2017, cuando la Conferencia de Obispos criticó la sangrienta guerra contra las drogas y la tildó de «reino del terror», a lo que el presidente respondió llamando a los obispos «hijos de puta».]]>
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