Por Diego Carballido En el Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario (Irar) funciona desde hace varios años un programa de voluntariado promovido por la Universidad Nacional de Rosario, denominado “Taller de expresión múltiple”. A partir del trabajo en conjunto en el marco de este proyecto, se conformó un grupo de estudiantes de psicología, hoy ya casi todas profesionales, que decidieron establecer a finales del 2017 el movimiento «Redes”. “A partir del tránsito por el espacio del taller surge el dispositivo de acompañamiento a los jóvenes que salen en libertad, con el objetivo de generar un nexo con las instituciones territoriales de referencia y programas de inclusión social existentes”, explica Redes desde su página de Facebook. Este movimiento está conformado por seis voluntarias que visitan semanalmente a los internos del Irar para interiorizarse sobre sus problemáticas y tratar de lograr una continuidad de su trabajo cuando los chicos abandonan la institución. Paula Turco, una de las integrantes de Redes, en diálogo con CLG manifestó que «se busca generar un espacio distinto de distensión, entretenimiento, intercambio y de encuentro a pesar del encierro», y agregó: «Abordamos diferentes temáticas haciendo foco principalmente en los derechos humanos y, especialmente, en los derechos de niños, niñas y adolescentes». «A pesar de que el voluntariado pertenece a la UNR, nosotras empezamos a realizar este proyecto que nos permite generar vínculos con los pibes adentro de la institución. Y a medida que van saliendo en libertad mantenemos ese vínculo en el afuera, intentando construir un puente con otras instituciones», amplió Turco. Las integrantes de Redes observaron en reiteradas oportunidades que una vez que los chicos dejaban el Irar, estos reincidían en las mismas situaciones que los habían llevado a estar internados. «Veíamos que no lograban tener cambios en el afuera y regresaban al instituto en medio de muchos conflictos. Porque, en ocasiones, no pueden volver a su barrio o se les presentan situaciones familiares muy difíciles, evidenciado una vulnerabilidad social muy fuerte», compartió la integrante de este espacio de voluntarias. El Irar ha sido noticia en reiteradas oportunidades por las condiciones en las que se encontraban muchos de sus internos, pero a esa realidad es necesario sumarle la problemática del afuera. Una vez que los chicos salen en libertad se quedan sin un marco de contención que les asegure no volver a caer en los mismos problemas que lo obligaron a terminar en el instituto ubicado en Saavedra y Cullen. El Irar fue creado a fines de los ’90 para alojar a jóvenes de entre 16 y 18 años que tienen conflictos con la ley penal y a adolescentes con medidas cautelares ordenadas por los juzgados de Menores a la espera de una resolución de su situación. Al respeto, Paula Turco aseguró que «si bien hay muchas instituciones que funcionan en los barrios, ya sea estatales, organizaciones sociales o partidarias, estos chicos nunca llegan a formar parte de ellas», es por eso que desde Redes se hace un seguimiento de cada uno de los casos manteniendo un contacto con muchos de los jóvenes que recuperan la libertad. «Algunos de los chicos quieren realizar cursos y nosotras los acompañamos en cuestiones elementales como realizar su propio currículum, porque de esa manera revalidan y legitiman todas sus trayectorias vitales”. Este tipo de acompañamiento se realiza, en muchos casos, atravesado por otras problemáticas como, por ejemplo, el consumo de sustancias. «El encuentro con el otro es fundamental en estas instancias», afirmó.
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