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82º aniversario de la Noche de los Cristales: la violencia suele anunciarse


Reflexión del filosofo y escritor Gustavo D. Perednik para Con La Gente

Lo que habitualmente denominamos Segunda Guerra Mundial consistió en rigor en dos guerras simultáneas: una entre Alemania y los Aliados; la otra entre Alemania y el pueblo judío. En la primera de ellas los ejércitos germanos fueron la Wehrmacht y la Luftwaffe. En la segunda los ejércitos fueron otros: los Einsatzgruppen, las Unidades Calavera y las Waffen-SS.

La segunda de esas dos contiendas revistió una particularidad: encontró a una de las partes involucradas totalmente desarmada e indefensa y, ante la indiferencia de las naciones presas del miedo, sólo pudo atinar a morir en agonía.

En cuanto a las fechas de comienzo de cada una. la primera de las dos contiendas mencionadas estalló el 1 de septiembre de 1939 con la invasión alemana de Polonia. Para la segunda de ellas es más difícil indicar una fecha exacta. Una buena candidata a marcar el inicio es el 10 de noviembre de 1938, cuando se perpetró la llamada Kristallnacht –la Noche de los Cristales- que puede bien considerarse un Holocausto en miniatura.

Los vidrios rotos de un negocio judío en Berlín, Alemania. En total se destrozaron 7.500 locales judíos (Granger/Shutterstock)

Esa noche tuvo lugar un tropel de asesinatos, saqueos y violaciones mientras los judíos corrían en pánico, perseguidos por hordas nazis que mataron a más de cien esa jornada y que arrestaron a treinta y cinco mil posteriormente enviados a los campos de exterminio. El balance de la noche del horror incluyó además seiscientas sinagogas incendiadas y siete mil quinientas tiendas saqueadas.

Para los nazis se trató de una especie de tanteo táctico. Y repararon en que el mundo no reaccionaba ante los excesos. Los nazis se sintieron efectivamente envalentonados por la pasividad mundial y, dos meses y medio después de los demanes, Hitler anunció expresamente el alud que preparaba: vociferó en el Reichstag que serían exterminados todos los judíos de Europa. La población objeto del odio no sólo se hundió en el temor y la desesperación, sino en la impotencia de que no había refugio para ofrecerles (aún no existía Israel, y el imperio británico que controlaba ese territorio lo había cerrado herméticamente a la inmigración hebrea).

La pasividad mundial continuaba sin ser sacudida, y por lo tanto el Reich pudo concretar el genocidio de los judíos de los países invadidos, y luego extenderlo hasta el paroxismo en una búsqueda desenfrenada de judíos por doquier para ser aniquilados, salvo en los casos excepcionales en los que se decidió temporariamente usarlos como fuerza esclava. Nunca había ocurrido una matanza de tal enormidad: una nación había decidido que su triunfo requería indispensablemente de la desaparición física completa de otra nación. Y el monstruo no era una tribu salvaje sino el pueblo más culto del planeta –el de los filósofos, músicos y poetas.

El fuego en 1.500 sinagogas. Los bomberos intentaron detener las llamas que llegaban hasta las casas vecinas (Granger/Shutterstock)

Las moralejas de la Kristalnacht son varias. Una, que la gente buena tiende a someterse ante la fuerza brutal que le inspira miedo. Otra, que las fuerzas del mal no suelen ocultar sus designios porque saben que son pocos los oídos valientes que perciben con claridad la violencia que acecha. Tales premisas siguen válidas hoy en día.

Los gobiernos han decidido en su mayoría no enfrentar al régimen iraní que impuso el terrorismo por doquier. Tampoco lo ha hecho el gobierno de la Argentina, que fue uno de los países mas golpeados por el terror de los ayatolás. Por ello el régimen se fue expandiendo hasta que el gobierno norteamericano decidiera imponerle abrumadoras sanciones. El próximo cambio de gobierno en los Estados Unidos podría redundar en el levantamiento de dichas sanciones, y el consecuente retorno de los iraníes a la senda del terror para someter al planeta según el dictado de la Revolución islamista de 1979. Sus fuerzas se hallan hoy en día en Siria, Líbano, Yemen, etc.

Otro signo de mal agüero es la crisis económica que afecta a muchos países, agravada por la pandemia que golpea al mundo entero. Ellas constituyen el caldo de cultivo apropiado para que nuevamente se desaten las fuerzas de odio y la violencia. Estas fuerzas se incrementan proporcionalmente a la impunidad que las acoge y a la debilidad de los que son los objetos de su agresión y prefieren sentirse ingenuamente a salvo.

*El autor: Gustavo Perednik, filósofo y escritor, fue amigo del fiscal Alberto Nisman. Actualmente vive en Israel